Pastora Rivas, médica jubilada: «Ya no me despierto sobresaltada»

f. fernández FERROL / LA VOZ

VALDOVIÑO

JOSE PARDO

Compostelana de nacimiento, valdoviñesa de corazón: «Aquí está mi hogar»

25 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En su carné de identidad pone Pastora Catalina Rivas Pumar, «pero la gente me llama Pascalina, es una abreviatura de mi nombre, pero también fue la primera computadora, la que inventó Pascal para su madre y le puso Pascalina». Pues Pascalina acaba de colgar la bata de médica radióloga para entrar en la etapa dorada de la jubilación. Nacida en Santiago hace 67 años, ha vivido 45 de ellos en Valdoviño, donde su padre ejerció como médico. «La gente mayor aún se acuerda de don Lucio, y de mi madre, Pastora. En Valdoviño está mi hogar», reconoce.

—¿Cómo ha cambiado su vida la jubilación?

—Me jubilé el 10 de octubre del 2024, pensé que me iba a aburrir, pero no, en absoluto. Ahora me cuido, adelgacé diez kilos porque llevo una vida ordenada, voy al gimnasio, estoy más tranquila, no ando a lo loco, ya no me despierto sobresaltada. Mi trabajo era muy estresante.

—¿A qué se dedicaba?

—Yo llevaba la radiología de mama en el CHUS de Santiago. Eran malas noticias todos los días y me decía ‘cualquier día, yo otra vez'. Porque yo tuve un cáncer de mama, fue todo muy bien, pero esa espada de Damocles la tienes siempre encima. Y si estás viendo casos todos los días, piensas que en cualquier momento puedes recaer.

—¿Uno, aunque sea médico, no se acostumbra nunca entonces?

—Quieras que no, te pasaba factura. Éramos nosotros los que le dábamos las noticias a las pacientes. Era un trago gordo.

—Con la falta de médicos que hay, ¿podría haber seguido trabajando?

—Podría haber continuado; de hecho, tuve que firmar una prórroga el año pasado porque había una necesidad imperiosa en el servicio, mis compañeros se quedaban sin vacaciones y me pidieron si me podía quedar el verano, y me quedé. Cada vez hay más trabajo y se están jubilando muchísimos profesionales, pero estaba un poquito saturada, tenía ganas de descansar.

—¿Y ahora qué hace?

—Me hace feliz poder improvisar, no estar pendiente todo el tiempo de ir a trabajar, de hacer esto o lo otro. Que surja algo y poder apuntarme. Tener tiempo, poder vivir, porque hasta ahora no vivías, tenías que estar allí a las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde. Muchos casos te quedaban en la cabeza, no era decir ‘me voy de aquí, cierro la puerta y me olvido', para nada. Y, como era necesario, hacía muchas horas extraordinarias, a lo mejor me quedaba dos tardes a la semana. Ahora improviso, si me invitan a un concierto voy y lo veo completo, no me tengo que ir a casa porque al día siguiente tengo que madrugar.

—O sea, que disfruta del «dolce dar niente».

—No, no. Estoy en el cuarto ciclo de la USC y sigo los seminarios que hacen. Hice uno sobre Marruecos, antes de viajar a ese país; otro de inteligencia artificial, que me interesa porque en el servicio de radiología ya estábamos con eso, como no hay muchos radiólogos, y también hice un curso de informática. Pero lo que más me gusta de este mundo, ¿sabes qué es? Te vas a reír: leer el periódico. En mi casa se leyó La Voz de Galicia toda la vida, pero nunca tenía tiempo, ahora sí, por fin, me sigue gustando el papel.

—Viajó a Marruecos, ¿es uno de sus nuevos propósitos?

—Siempre fui viajera, me gusta mucho caminar. Viví en el País Vasco y allí me metieron ese gusanillo de ir al monte. Soy socia de varios clubes de senderismo y siempre hacemos salidas a las montañas. Me apunto a un bombardeo. En Marruecos subimos al Atlas y dormimos en el desierto, que no es cómo te imaginas, eran habitaciones con camas, un váter con cisterna y taza, un lujo asiático. Tengo dos viajes a la vista: a los Picos de Europa y a Sicilia, para subir al Stromboli, al Etna y a las montañas del norte. Es precioso...

—Se hizo médica porque su padre lo era, claro.

—Siempre me tiró, me gustaba ir con mi padre y ayudarle, no me desmayaba ni me asustaba. Desde pequeña me metía por el medio.

—¿Siempre trabajó en Santiago?

—Nooo. Después de acabar la carrera de Medicina, me fui a Ferrol a hacer sustituciones, estuve en el ambulatorio, en Mañón, en As Somozas... Era una mala época para encontrar empleo. Hice el MIR y la especialidad en diagnóstico por imagen y estuve trece años en Ferrol, luego convocaron oposiciones y gané la plaza en el CHUS de Santiago en el 2005.