Cuneros

José Varela FAÍSCAS

NARÓN

04 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Apartir de mayo, «cuando los enamorados/ van a servir al amor», que canta el melancólico romance, con los días ya templados y estirados, algunos sábados iba a esperar a mi padre a la salida de Pysbe. De regreso a casa, me relataba las andanzas nocturnas de unos enanitos que moraban en un parterre situado al pie del furancho que gobernaba Manolo el Negro enfrente de la puerta de la factoría. Por fortuna, no recuerdo, sin embargo, cuándo ni cómo asumí que los gnomos no existen. Me sucede otro tanto con el ratoncito Pérez y los Reyes Magos, más allá de advertir los esfuerzos de mi madre por ocultar los juguetes en una casa tan reducida como la que habitábamos, pero para entonces yo ya estaba al cabo de la calle. Sospecho que debió de ser desolador, porque conozco la descarnada desazón que lacera muchas almas pueriles cuando se descorre el velo de estas ingenuas fantasías. La vida a veces es despiadada en sus primeras lecciones. Pensaba en estas caídas del caballo, al seguir el culebrón que el PP destiló a cuentagotas a propósito de presentar al alcalde de Cabanas como candidato a regidor de Narón. Los cabaneses votantes de Castrillón deben de haberse quedado como el niño que descubre de súbito que los Reyes Magos son los padres. En seco, sin vaselina, acaban de ver que la política, versión PP, es como un guiñol: Pulgarcito es una manga de fieltro movida con una mano -muy larga, eso es seguro-. Tanto jurar y perjurar, tanto presumir de campeones de la honestidad, lealtad, sinceridad, fidelidad, entrega, Cabanas por encima de todo, lo más importante sois vosotros, etcétera, para llegar a donde estamos, a la moda de los alcaldes cuneros. C´est la vie.