Una Iglesia que no cierre los ojos ante el dolor de tanta y tanta gente

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFË SOLO

FERROL CIUDAD

El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García-Cadiñanos
El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García-Cadiñanos PEPA LOSADA

05 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, acaba de completar su primer año al frente de la Diócesis. Llegó en un momento complicado. En el Obispado de la Galicia do Norte, que abarca las áreas septentrionales de las provincias de A Coruña y Lugo, el número de parroquias prácticamente cuadriplica al de sacerdotes en activo, aunque, gracias al esfuerzo de un clero cuya media de edad es cada vez mayor («Agora os curas novos somos os de sesenta e pico», dice un gran amigo mío), todos los templos diocesanos continúan abiertos al culto. La creación de las denominadas «unidades pastorales» (grupos de sacerdotes que atienden juntos un determinado territorio, como sucede por ejemplo en el casco histórico de Ferrol) tiene como objetivo buscar soluciones nuevas a un problema que, en mayor o menor medida, comparten la totalidad de las diócesis europeas: la escasez de vocaciones. Algo que se va agravando, además, cada año que pasa: hoy apenas hay jóvenes en los seminarios. Pero nada está más lejos de mi intención que cansarlos a ustedes repitiendo lo que de todos es sabido. Ni tampoco quiero referirme a cuestiones que, en el fondo, atañen, en esencia, a los creyentes. Bien al contrario. Cuando hablo del primer año de pontificado de García Cadiñanos, lo que intento es reflexionar, en voz alta, sobre algo que la Iglesia no puede —o al menos, en mi opinión, no debería— olvidar jamás: la necesidad de mantenerse en permanente diálogo con la sociedad entera. La comunidad eclesial ha de situarse, insobornablemente, del lado de los más débiles. Y además tiene que impulsar, a través de cauces como el de la cultura, el acercamiento entre creyentes y no creyentes. «Non deixedes que o lume se apague», suele repetir un veterano sacerdote de la Terra Chá. ¡Y cuánta razón tiene...! La Iglesia necesita dejar muy claro —y sobre todo con hechos, porque no hay predicación más eficaz que el ejemplo— que sus puertas están siempre abiertas. Sin exclusiones de ningún tipo. Y por eso me parece que sería injusto —al menos por parte de quienes somos testigos de ello— no reconocer el entusiasmo con el que afronta García Cadiñanos el reto de hacer que la Iglesia esté presente en todos aquellos lugares en los que se precisa su apoyo. Un apoyo no solo testimonial, sino real, entregado y decidido. El obispo de Mondoñedo-Ferrol ha alzado su voz contra la guerra, contra la exclusión social y contra cualquier forma de explotación. Ha denunciado la terrible soledad que sufren miles de personas mayores. Y, al mismo tiempo, ha pedido que se adopten las medidas necesarias para que quienes viven del sector industrial, de la pesca, de la agricultura, de la ganadería, de la hostelería o del comercio no se vean privados del futuro que merecen. Lo que el obispo Fernando hace, es lo que el siglo XXI espera, y exige, de la Iglesia.