Alimentos de marcas blancas, ropa reciclada y caprichos, «los justos»

A.F.C.

FERROL CIUDAD

31 ene 2019 . Actualizado a las 12:18 h.

Si en una familia formada por dos o tres personas, lo más habitual en los últimos años, la alimentación representa uno de los gastos principales, la factura se dispara cuando a la mesa se sientan cuatro, cinco, seis, siete o hasta catorce personas cada día, a la hora del desayuno, la comida y la cena. Los productos de marcas blancas, en general con mejor precio que las convencionales, llenan los carros de la compra, las neveras y las alacenas de las cocinas de las familias numerosas. Cada vez que visita el hipermercado, la ferrolana Mar Dorrio, con 12 vástagos, atesta dos carros, y a mayores recurre al comercio electrónico.

«El gasto en comida es muchísimo, sobre todo cuando se van haciendo mayores. Además, en casa no solo están nuestros hijos, sino que siempre hay alguien más. Los viernes hacemos cena bufé y pueden invitar a sus amigos, avisando antes, pero muchas veces los traen sin ni siquiera avisar», relata. En los armarios de las familias numerosas tampoco abunda la ropa de marca, prohibitiva en la mayoría de los casos. «Los pequeños aprovechan la ropa de los mayores e incluso de algún primo; no me gasto 50 euros en un chándal, prefiero dedicarlo a comida o a unas vacaciones todos juntos. Es mejor lo que vives que lo material», opina la mañonesa Beatriz Mariña. «Lo mejor es que tengan a alguien con quien jugar, no hay mayor regalo», apuntala la cariñesa Corina Luaces. Caprichos, coinciden, «los justos».

El título de familia numerosa, que otorga la Xunta a quienes cumplen los requisitos, se plasma en un carné que da derecho a una serie de ventajas fiscales, en la educación, el transporte, la vivienda o las actividades socioeducativas. En la página web de la Asociación Galega de Familias Numerosas se recoge una lista de tiendas de diversos sectores que ofrecen «descuentos exclusivos» para los socios. En Ferrol hay 38 establecimientos y en Narón, 15, pero en el resto de municipios apenas aparecen uno o dos locales adheridos a esta iniciativa.

Las dificultades económicas se agrandan cuando alguno de los hermanos padece una intolerancia alimentaria, como ocurre en la familia de Luaces: «El segundo es alérgico a la proteína de la leche y a la lactosa, y ahí sí que no se recibe ninguna ayuda, y los productos son mucho más caros».