Para los Magos de Oriente

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FENE

Ramón Loureiro

14 dic 2025 . Actualizado a las 09:45 h.

Y en el valle de Río de Sáa, al pie del sendero que une la parroquia del Divino Salvador de Fene con la de Santa Mariña de Sillobre —y esta última, a su vez, a través del Sartego, con la de Santa María de Neda, que ya pertenece a la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, no a la de Santiago de Compostela—, está, como ustedes no ignoran, la Piedra de los Reyes Magos. Una piedra de la que bien sabía el niño del que yo desciendo, porque así se lo habían contado tanto su Tía Maruja como su Tía Rosita —en realidad, tías abuelas, ambas; hermanas de Meu Padriño Ramón, que era panadero, y de Meu Tío Manolo, que tenía un molino—, que allí amarraban sus caballos Don Melchor, Don Gaspar y Don Baltasar, en la madrugada del seis de enero, para hacer un descanso.

Se conoce que, por aquel entonces, los Magos de Oriente no solían atravesar la Tierra de Escandoi ni en camello ni en dromedario, y que preferían monturas más adaptadas a caminos que hoy ya han sido asfaltados, pero que antes estaban todos ellos, como auténticas corredoiras, cheos de lama.

Fue mi madre, Miña Mai, quien más me insistió, desde que aprendí las primeras letras, en la importancia de escribirles todos los años una carta a los Magos de Oriente. Y cuando ella ya no estaba, quien me lo recordaba era Miña Madriña, que como todas las abuelas —y como solía decir mi bisabuela— era nai dúas veces.

Hoy, en memoria de todas ellas, no quiero, por nada del mundo, que se me olvide escribir esa carta. Y dirán ustedes que antes habría que escribirle a Don Papá Noel, sí, ya lo sé. Pero es que yo me he hecho mayor muy rápido.