Un príncipe

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FENE

25 feb 2017 . Actualizado a las 00:16 h.

Me pregunto por dónde andará ahora aquel jinete con dos máscaras, una a cada lado de su cara, que en el siglo pasado, un Luns de Entroido, cuando el mundo -como decía el poeta- era aún moi fermoso e moi grande, se detuvo un instante en la Casa del Horno de Pedre para comprar pan, y después siguió camino hacia los muelles de Perlío, donde por lo visto lo aguardaban. Durante largo tiempo creí que aquel jinete disfrazado era, en realidad, un jornalero que vivía en el monte, donde su mayor tesoro era su pequeño caballo, y que su inquietante presencia, ante los ojos de un niño que por aquel entonces aún les tenía miedo a las máscaras, era la que había hecho nacer el sueño de un Príncipe de Dos Cabezas, señor de la Torre de Caldaloba, que se dirigiría al mar con la esperanza de ver aparecer en el horizonte las velas amigas de una Normandía imaginaria, con la que pretendía sellar una alianza. Me gusta mucho el carnaval. Sobre todo, el que hunde sus raíces en lo más profundo del país. Ese carnaval que hace posible que incluso en los lugares con menos almas aún se aparezcan estos días las máscaras, de cartón o de goma o de plástico, que invocan a las sombras del aire para que se unan a sus cantos. Sé que me faltarán fuerzas para hacerlo; pero, si no me faltasen, esta misma noche también yo me cubriría con una de esas máscaras y me adentraría en la oscuridad de los caminos de mi infancia. Lástima que las fuerzas me fallen. Qué pena no saber mirar ya lo que se oculta detrás de nuestros ojos. Porque ahora sé bien que aquel jinete a caballo, al que vi comprar pan, en verdad era el Príncipe de Caldaloba, Señor de Dos Cabezas y gran amigo de las galeras normandas.