Aparicio, el clásico del comercio ferrolano que mantiene intacto el glamur de los 70: «La gente me dice que no cambie nada porque tiene mucha personalidad»
FERROL








La emblemática joyería conserva la decoración que estrenó tras la reforma del bajo acometida por Ucha Donate
18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cruzar el umbral de la joyería Aparicio es como entrar en una cápsula del tiempo. A excepción de un imponente reloj de pared de finales del siglo XIX, todos y cada uno de los elementos que componen la estética de este clásico del comercio ferrolano se remontan a los años 70, aquella década prodigiosa que dejó una huella inconfundible en el mundo de la moda, el diseño o la decoración. «La gente me dice que no cambie nada, porque es la única tienda que queda así en el centro y su imagen transmite mucho carácter y personalidad», comenta Mari Carmen Aparicio tras el mostrador de un espacio con paredes enmoquetadas, lámparas colgantes de tintes futuristas y patrones geométricos de círculos y cuadrados que se repiten aquí y allá.
La comerciante recuerda que en ese mismo bajo de la calle Real ya funcionaba una joyería a finales del siglo XIX. «Se llamaba Luis Couce, después pasó a ser Herederos de Luis Couce y a finales de los años 50 mi madre cogió el traspaso del negocio, aunque no lo bautizó como Aparicio hasta principios de los 70, cuando Rodolfo Ucha Donate (hijo de Rodolfo Ucha Piñeiro) reformó la entrada y el interior», explica Mari Carmen. El cambio fue espectacular. «Yo tenía solo 11 años, pero recuerdo que la joyería me pareció muy moderna y rompedora con respecto a la antigua, que tenía solo un escaparate, suelos de madera y un solo nivel», rememora la comerciante, que sabe a ciencia cierta que Ucha Donate se encargó del proyecto arquitectónico, pero desconoce si también se ocupó del diseño y la decoración.

«Mi padre era policía y nunca trabajó en la joyería, pero mi madre siempre le pedía consejo y aún me sorprende que él apostase por un cambio de imagen tan radical, porque siempre fue muy clásico, aunque es verdad que los dos formaban un matrimonio de mente abierta», cuenta Mari Carmen con cariño hacia su progenitor, Fabriciano, de 101 años, y su madre, Carmiña, que falleció recientemente al igual que su hermano Eduardo, con los que trabajó codo con codo en el comercio.
A sus padres les debe un legado «muy setentero» y que hace las delicias de los amantes del diseño vintage. «Algunas de mis piezas preferidas son las lámparas cilíndricas que cuelgan del techo en la zona del mostrador, que yo no lo sabía pero un cliente me dijo que era de un diseñador japonés, y también las que diseñó mi marido para el escaparate, que aunque no son de los 70 se mantienen muy fieles a ese estilo», comenta orgullosa Mari Carmen, quien a sus 62 años aún no piensa en jubilarse. «Me encanta esta joyería y el trato con el público», dice con una sonrisa.