Tanto ellas como su compañera destacan lo «agradecidas» que son sus alumnas y «las enormes ganas de aprender que tienen todas». Y sus pupilas —de países como Marruecos, Perú, Colombia o Nigeria— se muestran entusiasmadas con la experiencia. «Yo partía de cero, porque no sabía ni enhebrar una aguja, y ahora estoy muy contenta porque ya sé hacer muchas cosas y creo que esto nos puede abrir la puerta a un futuro laboral», comenta Felisa, una peruana que decidió apuntarse al taller tras quedarse sin varios de los trabajos que tenía como empleada del hogar a causa del covid. Y Philomena, de Nigeria, que poco antes de la pandemia tuvo que bajar la persiana de su peluquería afro, no se olvida de resaltar la función integradora del taller. «Aquí practicamos nuestro español, nos relacionamos, hacemos amistad y nos desahogamos las unas con las otras».