Un proyecto de moda circular para empoderar a las mujeres migrantes

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

A la derecha, Lara y Noa, estudiantes del grado de Moda junto con las mujeres del taller de costura de Cáritas
A la derecha, Lara y Noa, estudiantes del grado de Moda junto con las mujeres del taller de costura de Cáritas JOSE PARDO

Dos universitarias del campus de Ferrol forman a las costureras del taller textil de Cáritas para poner en marcha una marca dedicada al reciclaje creativo de ropa usada

05 may 2022 . Actualizado a las 23:06 h.

Como Lorenzo Caprile, el famoso modisto y diseñador del programa Maestros de la Costura, Sofía Rodríguez reparte cariño y disciplina entre sus pupilas a partes iguales. «Aquí hay tiempo para la charla y las risas, pero también se respira un ambiente de trabajo muy similar al de cualquier taller textil profesional, con sus horarios y su producción en cadena, porque queremos que ellas sepan cómo es en realidad el mundo laboral», explica sonriente.

Pero, más allá de esa coincidencia, en poco o nada se parece esto a un «talent show». Aquí no hay focos ni cámaras de televisión. Y las mujeres que dan puntadas sin parar tras las máquinas de coser no buscan la fama. Estamos en el barrio ferrolano de Canido y Sofía es la monitora del taller de costura que desde hace ya diez años comanda Cáritas en la calle Alonso López, donde mujeres migrantes —y también un hombre español— aprenden los secretos de la confección, pero también «estrechan vínculos, se relacionan y desarrollar actividades que les ayudan a integrarse en su entorno social», explica Marta Pazo, coordinadora de la entidad diocesana en Ferrol.

Normalmente Sofía está sola al frente del taller, pero hoy, como todos los martes y jueves desde hace ya varias semanas, la monitora de Cáritas cuenta con el apoyo de Lara Sánchez y Noa García, dos estudiantes de último curso del grado de Xestión Industrial da Moda que el pasado mes de febrero desembarcaron en Alonso López para poner en marcha un proyecto de moda circular que busca empoderar a las mujeres migrantes, ofreciéndoles formación y las bases necesarias para poner en marcha una cooperativa o empresa de economía social dedicada a la producción de predas textiles a partir de ropa usada.

«Es lo que se denomina upcycling. De lo que se trata es de aprovechar toda la ropa que se dona a Cáritas y no sirve ni para enviar a sus tiendas solidarias ni a países en vías de desarrollo. Lo que hacemos con esa ropa es despiezarla y con los trozos que obtenemos creamos otra prenda diferente», explica Noa García.

A través de este proyecto de e aprendizaje y servicio —bautizado como Facendo realidade a moda circular e sustentable en proximidade—, las dos alumnas de Moda están asesorando y formando a las mujeres del taller en diferentes ámbitos. Mientras Noa se ocupa de guiarlas en la parte más creativa del proceso —cómo rediseñar la ropa usada para transformarla en otra prenda o qué tejidos utilizar en cada caso—, Lara les ofrece formación para la creación y puesta en marcha de su propia marca, así como nociones de márketing digital para promocionarla y posicionarla en redes sociales.

El proyecto, que esta tutorizado por las profesoras Marta Rey y Vanessa Mato, llegará a su fin en mayo, cuando concluyan las prácticas de las dos alumnas. Y para entonces ambas confían en haber dejado sentadas las bases necesarias para que las mujeres del taller de costura puedan lanzarse a la aventura de crear su propia marca en el futuro.

Las alumnas del grado de Xestión Industrial da Moda con el nombre de la marca y el logotipo creado para las mujeres del taller
Las alumnas del grado de Xestión Industrial da Moda con el nombre de la marca y el logotipo creado para las mujeres del taller JOSE PARDO

De momento, Lara ya les ha propuesto un nombre para su firma: Haria, que significa libertad en árabe. Y también un logotipo que hace un guiño al barrio de Canido: una Menina con una falda con caligrafía árabe. «Son palabras que tienen relación con el proyecto y sus valores: futuro, esperanza, respeto, unión, moda, libertad...», desvela Lara.

Tanto ellas como su compañera destacan lo «agradecidas» que son sus alumnas y «las enormes ganas de aprender que tienen todas». Y sus pupilas —de países como Marruecos, Perú, Colombia o Nigeria— se muestran entusiasmadas con la experiencia. «Yo partía de cero, porque no sabía ni enhebrar una aguja, y ahora estoy muy contenta porque ya sé hacer muchas cosas y creo que esto nos puede abrir la puerta a un futuro laboral», comenta Felisa, una peruana que decidió apuntarse al taller tras quedarse sin varios de los trabajos que tenía como empleada del hogar a causa del covid. Y Philomena, de Nigeria, que poco antes de la pandemia tuvo que bajar la persiana de su peluquería afro, no se olvida de resaltar la función integradora del taller. «Aquí practicamos nuestro español, nos relacionamos, hacemos amistad y nos desahogamos las unas con las otras».