Cristina Martínez: «Hay muchos hombres tejiendo en la sombra»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

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Cristina Martínez abrió las puertas de Con dos ovillos a finales del año 2019
Cristina Martínez abrió las puertas de Con dos ovillos a finales del año 2019 JOSE PARDO

Un cáncer de mama le hizo replantearse su vida y fue el detonante para cumplir su sueño: enseñar a tricotar y abrir un refugio perfecto para los amantes de la lana y los agujas en Ferrol

18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La calceta y el ganchillo estás ligados al típico cliché de la abuela de aspecto angelical. Pero tejer ya no es solo cosa de abuelas. Lo dice con rotundidad Cristina Martínez García (Barcelona, 1977), una maestra de las labores que ha hecho del número 32 de la calle Carmen de Ferrol un cálido y acogedor refugio para los amantes de la lana y las agujas. Allí comanda desde finales del 2019 Con dos ovillos, una tienda que vende todo lo necesario para tricotar, pero que también funciona como una «asesoría» en la que Cristina aconseja a los forofos del punto y lugar de encuentro para varios grupos de calceta. «Ahora tenemos suspendidas las reuniones por el covid, pero te sorprendería ver el tipo de gente tan diversa que hay en estos grupos. Aquí te puedes encontrar desde una señora de 70 años hasta una veinteañera. Personas con mucha experiencia y gente que jamás ha calcetado. Y hasta en uno de los grupos tengo a un chico joven que arrastró al grupo a su novia, su madre, su hermana y su sobrina», comenta ente risas.

Ella misma es un claro ejemplo de que no hay que fiarse de los estereotipos. Porque, vamos a ver: ¿Alguien se imagina a una maestra de la calceta llena de tatuajes, con un estilismo que tira hacia el grunge y que es capaz de tricotar tranquilamente mientras escucha Rage Against The Machine? «Pues sí, la verdad es que no doy para nada el perfil de tejedora que se imagina la gente», comenta sin parar de reírse Cristina, que también se confiesa «fan de póster» de Doraemon, lectora voraz de novela negra y amante de personajes «oscuros» como Harley Queen y Penny Dreadful. «Me gustan tanto que les puse sus nombres a mis gatos», comenta en referencia a sus dos mininos, los mismos que aparecen en el logotipo de su tienda, que fue un regalo de su amiga Raquel y lo diseñó Garbi KV, un ilustrador muy conocido en Cataluña. Y siguiendo con el tema de los tópicos, se apresura a desmontar otro relacionado con el género de su clientela: «La mayoría de los grupos de calceta están formados por mujeres, pero te puedo asegurar que hay muchos hombres tejiendo en la sombra. No sé por qué ellos no se reúnen, pero seguramente los prejuicios siguen pesando demasiado. Pensamos que estamos muy evolucionados, pero no es así».

En esta imagen, tomada en su tienda, Cristina lleva puesto el chal «Mercedes». «Lo hice pensando en mi abuela, que es la pera limonera. Una mujer maravillosa»
En esta imagen, tomada en su tienda, Cristina lleva puesto el chal «Mercedes». «Lo hice pensando en mi abuela, que es la pera limonera. Una mujer maravillosa» JOSE PARDO

Da gusto charlar con Cristina, porque en todo momento se muestra empática y afable. Es de esas personas que contagian su optimismo y transmiten buen rollo desde el minuto uno. Me cuenta que la calceta la aprendió de niña con su madre, Antonia, mientras que su abuela Mercedes le enseñó los secretos del ganchillo.

Durante mucho tiempo mantuvo en el olvido aquellas labores de la infancia. Empezó tres carreras -Biología, Historia y Humanidades- y no terminó ninguna. También trabajó en una panadería, cuidando a mayores, dando clases de informática, de administrativa y como empleada doméstica. Hasta que un buen día la calceta se volvió a cruzar en su camino. «Hace unos seis años, a mis hijos se les quedaron pequeños unos jerséis, y decidí deshacerlos para aprovechar la lana y tejerles unos gorros. Ahí me volví a aficionar», rememora.

Una vez recuperado el gusanillo, Cristina empezó a dar clases de calceta en el colegio de sus hijos, el San Xoán de Filgueira, donde tricotó junto a otras madres para un buen puñado de causas solidarias. Pero no fue eso lo que le llevó a poner en marcha su propio proyecto y abrir Con dos ovillos. «El verdadero detonante fue un cáncer de mama que me detectaron en el verano del 2018. Fue como si el universo me mandase una señal y me dijese que no podía esperar más, que tenía que cumplir mi sueño ya. Además, mi familia y mi círculo de amigos, que son maravillosos, me animaron muchísimo y desde el principio me dijeron que este proyecto era perfecto para mí», revela Cristina, que tiene un blog en Instagram el que cuenta su experiencia como paciente oncológica (@godsavethetit).

Ahora que ya está «libre de la enfermedad» -aunque continúa en tratamiento-, Cristina intenta disfrutar al máximo de las pequeñas cosas de la vida. De sus momentos de calceta, que le relajan y le dan mucha paz. De la compañía de sus hijos, Néstor y Aleix, con los que encaja a la perfección. Y también de su ciudad de adopción, adonde llegó hace ya veinte años. «Adoro vivir en Ferrol: yo venía del asfalto y aquí encontré la tranquilidad».

EN CORTO

Preferencias. A Crsitina le gusta tejer todo tipo de prendas, pero disfruta especialmente con los chales. Suele vestir de negro y el chal le pone la nota de color a sus estilismos. 

Comunidad. Asegura que la calceta y el ganchillo tienen un poder terapéutico y ayudan a relajar la mente, «porque te obligan a concentrarte en algo y descontectar de todo lo demás». Y en los grupos de calceta, asegura, se crean unos vínculos de unión y comunidad muy especiales. «Lo que hablamos en el grupo no sale del grupo», comenta.

Proyecto. En el futuro le gustaría crear su propia marca de lanas, contactando directamente con los productores y tiñéndolas ella misma.