El reloj que cuenta los siglos

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL

03 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El reloj que cuenta los siglos cumple ciento noventa años. Es un reloj inmenso, un enorme lorampio como el narrado por Camilo José Cela que, además de contar los siglos, se afanaba en gobernar los mundos y dirigir las almas, las voluntades y los corazones. El reloj que cuenta los siglos da la hora en cuatro esferas, espabila los mecanismos que tañen la campana Berenguela y le recuerda al sistema eléctrico que cada año Xacobeo, día y noche, debe mantener encendida la luz que guía a los peregrinos del mundo a las tierras de Compostela.

El reloj que cuenta los siglos lo construyó el ferrolano Antelo, el de la calle del Carmen, el hijo de don Domingo el que fuera capataz de cerrajeros de la Maestranza. El mozalbete Andrés Antelo ingresó con diez años de aprendiz de cerrajería para firmar, desde ese preciso instante, una hoja de servicios que culminó con el grado militar de teniente de Navío y la graduación de Ingeniero Extraordinario de Marina, aunque lo más extraordinario fue el merecimiento del título de «hábil artista… que ha servido de mucha utilidad en este Arsenal por los conocimientos que tiene en las Artes, en la Mecánica y en otras ramas de la Física que le adornan y le hacen apreciable…».

Pero el ímpetu y los saberes del sabio Antelo no se limitaron a sus trabajos en cerrajería, los diseños de las bombas de vapor, la construcción de instrumentos náuticos, la dirección de la fábrica de fusiles del Arsenal o de la fábrica de Jubia. Andrés Antelo cubrió unas páginas memorables en la historia de la construcción de los relojes de torre, aunque esta faceta está al margen de su hoja de servicios. Los relojes del Monasterio de Sobrado y la Catedral de Lugo, el reloj de San Salvador de Celanova y del Hospital de Marina de Esteiro, el reloj de torre de la fábrica de Jubia, y, su mayor legado, el de la torre del reloj de la Catedral de Santiago al que los picheleiros, familiarmente, llaman el reloj de la Berenguela.

Hace unos años, en un día frío del mes de diciembre, servidor de ustedes tuvo la ocasión, el honor y el permiso para acompañar al técnico de mantenimiento en el cuidado de la maquinaria del reloj que cuenta los siglos. La pequeña esfera testigo de la hora dice así: Andrés Antelo. Ferrol. Año de 1831.

Cada día se le da cuerda subiendo los pesados contrapesos a mano, con ayuda de manivelas. Se limpia, se engrasa, se escucha el sonido de sus engranajes y se le habla. El fabuloso mecanismo responde como sabe hacerlo, contando los ritmos de los tiempos con buen tino y precisión, sabedor que estos años 2021 y 2022 -reconocidos, los dos, como Xacobeos- será consultado con más atención. Y no fallará, como no falló nunca ni lo hará en los siglos venideros.