Aquellas capas de los Reyes Magos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

03 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si bien se piensa, no deja de ser curioso que, habiendo tantos libros dedicados a reunir testimonios de avistamientos extraordinarios -libros entre los que son mayoría los que relatan apariciones de toda clase de seres fantasmales, encuentros con monstruos como el del lago Ness y visitas de los marcianos-, no haya ni uno solo, al menos que yo sepa, dedicado a recoger la historia de quienes tuvieron la suerte de ver a los Reyes Magos. Sería un gran libro, ¿no les parece? Porque además, según tengo entendido, Don Melchor, Don Gaspar y Don Baltasar, que poseen el don de la ubicuidad -cosa que les permite estar al mismo tiempo en casi todas partes-, suelen hacer gala de otra curiosa cualidad, que es la de parecer distintos cada vez que alguien los mira. Es como si quisieran que todos cuantos tienen la suerte de verlos puedan guardar dentro de sí, durante una vida entera, una imagen suya que no se parezca a ninguna otra. Algo que, si bien si piensa, no deja de ser también, como los más hermosos sueños, un maravilloso regalo. Si la memoria no me falla, la primera vez que yo vi a Sus Majestades de Oriente fue en Ferrol, en la Orden Tercera. Concretamente, a la entrada del Belén de Alfredo Martín, donde ellos se habían sentado, creo recordar que bajo un baldaquino de papel muy brillante, para recoger las cartas de los niños que querían entregárselas en mano. Pero yo debía de tener cuatro años entonces, no creo que cinco, y por desgracia ese recuerdo, poco a poco, se va borrando. Sí me atrevería a decir, en cualquier caso, que los tres vestían unas magníficas túnicas. Y que don Melchor y don Gaspar lucían dos espléndidas coronas, mientras que don Baltasar cubría su cabeza con un turbante. Pero poco más podría contarles. Tengo mucho más nítido, en cambio, el recuerdo de mi segundo encuentro con ellos, que fue en Sillobre, un par de años más tarde, cuando venían por el camino de O Baladoiro hacia Pedre. Ese día los tres Magos llevaban largas capas -granate la de don Melchor, azul la de don Gaspar y verde la de don Baltasar-, y sobre ellas una esclavina de armiño. Es curioso, pero hubo un tiempo en el que llegué a pensar que todo eso eran imaginaciones mías. ¡En fin...! Menos mal que ahora, gracias a Dios, ya sé muy bien quiénes eran esos Reyes. ¡Qué no daría yo por tener otra vez la mirada de un niño para poder verlos de nuevo!