No sé si les habrá pasado a ustedes, pero hace unos días, en Nochebuena, apurando los últimos recados del día, percibí que la gente se decía menos aquello de «Feliz Navidad», yo entre ellos, asumiendo que las fiestas de este año tenían que pasar de puntillas, y con cuantos menos mejor, para conseguir evitar esa tan temida tercera ola. Esta semana me ha vuelto a pasar lo mismo, no me sale eso de decir: Feliz Año. Y tampoco lo escucho mucho en la calle. Será que tenemos tanto miedo a que sea como el anterior, que mejor no decir nada para no gafarlo.
Son unas Navidades distintas, y eso, creo, lo tenemos interiorizado todos, pero dentro de lo malo, de estar envueltos en una pandemia sin precedentes, y del temor por lo que viene por delante, el mejor regalo de Papá Noel o de Reyes ha llegado estos días en forma de vacuna.
Son dosis a cuentagotas, que llegarán muy lentamente a la población, por lo que las medidas sanitarias se deben seguir cumpliendo igual, pero la realidad es que ya hay una vacuna para luchar contra ese bicho que ha teñido de negro este año 2020. La ciencia lo ha logrado y en tiempo récord, y ese es el mejor regalo navideño que se puede tener. Como decían casi todas las portadas de los periódicos: es el principio del fin.
Con la luz asomando muy al final del túnel, ahora queda ser más precavidos que nunca, y evitar esa subida de contagios, que lamentablemente ya se está empezando a notar en Galicia. Ya habrá años para salir en Nochevieja, para tomar los churros con chocolate con amigos, para besarnos y abrazarnos. Lo importante es eso, que haya años.