Una estrella entre tantos recuerdos

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

20 dic 2020 . Actualizado a las 10:29 h.

Es inevitable. A partir de una cierta edad, la llegada de estas fechas hace que la melancolía nos invada de nuevo. O, cuando menos, que el recuerdo de quienes ya viven al otro lado del río vuelva con más fuerza. Cuánto se les echa de menos, ¿verdad? ¡Ojalá no se hubiesen ido tan lejos...! A mí me gusta decir que ahora celebran la Navidad más cerca de Dios, pero lo cierto es que su ausencia, en contra de lo que algunos sostienen, nos pesa más y más, conforme los años se van yendo. Que esta Nochebuena no se nos olvide, por favor, encender alguna luz (al menos una, y a poder ser cerca de la ventana) para iluminar su recuerdo. No sé qué tiempo hará mañana, cuando ustedes lean esto, pero en este preciso instante, al otro lado de los cristales, el viento brama con fuerza. Los ánades reales que nadaban en el cubo del molino marcharon hace meses, pero por aquí sigue un pato amigo suyo -un pato de dos colores, blanco y negro-, que por lo visto ha decidido quedarse a pasar el invierno. A él no parece molestarle, ni mucho ni poco, este viento. Un viento de Poniente que viene del mar y trae consigo las nubes del agua, pero que hoy, si no estoy equivocado, llega más bien del sudoeste, por eso a esta hora hace menos frío que otras veces. Frente a mí, entre los libros, hay tres imágenes de los Reyes Magos de Oriente, hechas de barro policromado y de tela. Creo que alguna vez ya les hablé de ellas. Les tengo un gran cariño. Me hicieron mucha compañía mientras yo estaba escribiendo sobre don Melchor, don Gaspar y don Baltasar, esos amigos con los que, al igual que con ustedes, estaré en deuda siempre. Poco a poco se va acabando este año terrible, y es hermoso saber que mientras viene otro de camino, el Año Santo Xacobeo, la estrella que condujo a los tres Reyes Magos hasta Belén va a brillar en el cielo de nuevo. El Nacimiento de la Orden Tercera, el que creó Alfredo Martín, no abre, en esta ocasión, sus puertas al público, por la necesidad de extremar las medidas de precaución frente al covid-19, pero aunque no es posible visitarlo, yo lo sueño. Como tal vez lo sueñen también estos tres Reyes Magos que me miran, desde sus camellos, mientras escribo esta columna, casi un dietario, que es sobre todo una carta que les mando, con el mayor afecto, a todos ustedes. Feliz Navidad. Y que el recuerdo de aquellos a quienes tanto quisimos nos acompañe siempre.