El mamotreto

JOSÉ VARELA FAÍSCAS

FERROL

10 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las fuentes del rego Ríomaior brotan en las tierras altas de A Mourela, Choupenete y Vilaboi, y la caprichosa orografía dibujó un interfluvio que en lugar de derramar sus aguas sobre As Forcadas, las precipitó hacia Atlántico por Pantín. El desnivel que salva el regato fue aprovechado, antes de que el franquismo entronizase el oligopolio hidroeléctrico, para accionar una minicentral, sepultada hoy por la vegetación. Más abajo, después de regar prados y batir aspas de molinos harineros, el arroyo pasa por A Ramalleira y O Talieiro, antes de encharcar el carrizal más extenso de Galicia y, finalmente, rendir su tributo al mar, perfilando el extremo sur de la playa de O Rodo. El caso es que para salvar el humilde curso de agua dulce para acceder al arenal, la Xunta no ideó mejor forma que construir un puente que le vendría grande hasta al Xuvia o al Mera: un mamotreto de hormigón y madera que es un megalómano monumento a la desmesura. El río, claro, no habría de pasar por alto la afrenta, y este invierno hizo lo que viene haciendo cuando le peta desde la noche de los tiempos: varió su curso bajo. Ahora tenemos un puente mastodóntico hormigonado sobre la arena y sin agua debajo; y un regato que pese a su insignificancia impide acceder al arenal si no es por O Ariño. Era cuestión de tiempo. Ningún despropósito perpetrado contra la naturaleza queda impune. A veces, la justicia medioambiental se demora, y otras abofetea al instante al insensato. Pero acaba aflorando siempre. Claro que la técnica no se amilana ante la naturaleza y volverá a las andadas: primero construye el Golden Gate y luego desvía el río para que pase bajo él. Las cuentas siempre cuadran.