La solidaridad se asoma al balcón

FERROL

José Pardo

De Esteiro a Canido, pasando por Santa Cecilia o Ultramar, músicos y ciudadanos de a pie se transforman en «showmen» para levantar el ánimo de sus vecinos

28 mar 2020 . Actualizado a las 15:28 h.

La curva de la pandemia y las cifras de contagiados estrangulan el alma durante el día, pero, a las ocho de la tarde, un soplo de aire fresco, solidario y fraternal, se cuela por la ventana. En el muelle ferrolano de Curuxeiras, los barcos hacen sonar sus sirenas. En las calles resuenan las bocinas de los coches de policía y bomberos. Y arriba, en muchos balcones y terrazas -justo después de los merecidos aplausos a todos esos que se están dejando la piel para luchar contra el coronavirus-, músicos y ciudadanos de a pie de se transforman en «showmen» para animar a sus vecinos. Cantando, bailando, tocando la guitarra, pinchando grandes hits y hasta arengando al personal para sumarse al jolgorio.

Sucede en muchas calles y barrios, pero en algunos casos el subidón alcanza cotas de un fiesta en toda regla. Y si no que se lo pregunten a los vecinos de la plaza 23 de noviembre de Narón, junto a la carretera de Santa Cecilia, donde Javier Meizoso -miembro del grupo Antha y músico que el pasado militó en orquestas como la Lamas Lapiña o Xente Nova- se encarga de montar una verbena (confinada, eso sí) cada atardecer. «Empecé un día por animar el ambiente, y como vi que a la gente le gustaba decidí seguir», cuenta Javier. «A los niños les encanta, están esperando impacientes todo el día por la hora de los aplausos, pero a los mayores también, y hasta hay quien acompaña las canciones con la luz del móvil o cuelgan luces de las ventanas», explica María, una vecina de la zona. Allí lo que imperan son los grandes éxitos de las orquestas, desde la Tusa al Despacito, que para algo Javier es profesional de las verbenas.

En la avenida de Esteiro, en el tramo situado entre la estatua de González-Llanos y la rotonda del diapasón, tampoco se quedan cortos. Allí, el encargado de inyectar la vacuna emocional que supone la música en estos tiempos de confinamiento es Jorge Felpeto, director de Rock School. No es que le sobre el tiempo -porque, aunque la escuela ha cerrado sus puertas físicamente, las clases se siguen impartiendo vía Internet-, pero cuando el reloj marca las ocho, sea lo que sea lo que esté haciendo, este músico lo deja para asomarse al balcón con los altavoces. A diario pincha dos o tres canciones, pero el sábado la fiesta se alarga y puede durar media hora o cuarenta minutos. «El sábado pasado intercalé las canciones con pequeños discursos para dar las gracias a los diferentes colectivos que están luchando contra el coronavirus, pero el próximo creo que voy a sustituirlos por frases motivadoras de personajes célebres», comenta Jorge, que no hace ascos a ningún estilo musicales. De sus altavoces, estos días, han sonado temas de Miguel Ríos, Bruno Mars o La Casa Azul, pero también el Baby Shark para los niños y hasta reguetón, «porque los adolescentes necesitan bailar».

En la imagen, las hijas de Coke Blanco, Virginia y Marina, animando el ambiente en Canido
En la imagen, las hijas de Coke Blanco, Virginia y Marina, animando el ambiente en Canido

No lejos de allí, en la plaza de Ultramar, un vecino que prefiere mantenerse en el anonimato también pincha canciones todas las tardes para animar el cotarro. Y lo mismo hace, pero por partida doble, Coke Blanco, del grupo Nuevo Plan, en el barrio de Canido, cerca del aparcamiento disuasorio que construye el Concello frente la plaza del Agua. «Al mediodía toca sesión vermú, con temas más tranquilos, y por las tardes, ponemos canciones de diferentes estilos: un día toca música gallega, otro pop, otro soul... », explica Coke.

Roger de Flor ofrece miniconciertos en su balcón de la calle del Sol dos o tres veces por semana
Roger de Flor ofrece miniconciertos en su balcón de la calle del Sol dos o tres veces por semana

A este batallón de entusiastas de las píldoras musicales como antídoto contra el desánimo también se ha sumado recientemente el cantautor Roger de Flor, quien desde el pasado jueves ofrece miniconciertos en su balcón de la calle Dolores, mientras en el edificio Perlío de Fene, los hermanos Diego y Alberto Maceiras continúan alegrando los oídos de sus vecinos con melodías de saxo y acordeón. Y es que, como cantaba Luis Eduardo Aute, pase lo que pase, Queda la música.