Grandes libros

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

20 mar 2020 . Actualizado a las 23:41 h.

Leer a los clásicos siempre es una buena idea. Sobre todo porque han sabido vencer al paso del tiempo, y porque nos hacen preguntas nuevas cada día que pasa. Y no olvidemos que de la misma manera que hay clásicos universales, también hay otros que, gracias a la fuerza del afecto, son especialmente nuestros, como si se tratase de amigos que nos acompañan desde la infancia. ¿Quién no está en deuda con lo que ya leyó, con el mayor de los entusiasmos, durante sus primeros años, en la etapa que más se recuerda y más se añora a lo largo de la vida? Pero no nos dejemos arrastrar por la nostalgia. Porque conviene tomar conciencia, también, de que entre los autores actuales están los que serán considerados clásicos en el futuro, y de que un verdadero lector tampoco puede renunciar a leer a sus contemporáneos, por más que algún personaje de Valle-Inclán lo desaconsejase. De todas formas, lo que les propongo es que estos días volvamos a leer a nuestros autores más queridos, sin apelar a otro criterio que lo que el corazón nos dicte. Es decir, dejando un poco de lado la historia de la literatura para regresar, sin más demoras, a las páginas que nos hicieron felices. Hay libros que, para mí, siempre han sido un lugar al que retornar. El Ivanhoe de Sir Walter Scott, sin ir más lejos. Y ya no digamos La Regenta, de Clarín, o Los pazos de Ulloa, de la condesa de Pardo Bazán. Entre los narradores contemporáneos me fascinan especialmente Lobo Antunes y Pierre Michon, dos autores a la altura de Antonio Tabucchi, del gran escritor y excepcional ser humano que decía, ya saben, que nosotros, a orillas del Atlántico, vivimos donde Europa comienza.