Morir en soledad

Marta Seijas TRIBUNA

FERROL

12 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Que en los últimos meses haya aumentado exponencialmente el número de personas que vivían solas y que han sido encontradas muertas en sus domicilios suena como una contundente señal de alarma. Las muertes de nuestros mayores en soledad eran hace unos años algo muy raro, casi excepcional, pero por desgracia, la muerte en soledad se está convirtiendo en algo cotidiano. Cada vez se repiten con más frecuencia, aunque las circunstancias detrás de cada caso pueden ser muy diversas, no cabe duda de que están evidenciando un problema social al que es necesario prestar la debida atención.

Vivir solo puede ser una opción voluntaria o una adaptación a las circunstancias que no implica necesariamente ni aislamiento ni fragilidad. Pero, en el contexto de envejecimiento demográfico que vive Galicia son cada vez más frecuentes los casos en los que la soledad y una avanzada edad producen situaciones en las que las personas resultan especialmente vulnerables, situaciones que en ocasiones cabe calificar de auténtico abandono.

Los sociólogos han alertado sobre la actual forma de vida de la sociedad, más individualista y más estresada que hace que nadie se involucre en la vida de nadie, pero que nadie ayude tampoco ni haga compañía a la gente que se encuentra sola. Y es ante estas situaciones de desamparo donde los servicios sociales tienen que actuar directa y firmemente, quienes deben tomar las medidas oportunas y recurrir a soluciones efectivas. Es imprescindible coordinar a todas las administraciones, reforzar y hacer más accesibles los servicios de asistencia domiciliaria y teleasistencia -con una burocracia tan farragosa que a nuestros mayores se les hace cuesta arriba-, y potenciar desde los ayuntamientos la labor de proximidad de los técnicos sociales para poder así detectar a tiempo estados graves de desatención, y concienciar a las familias y a las propias personas de la necesidad de un concienzudo seguimiento ante el aislamiento total de la sociedad, bien sea voluntario o forzoso.

Las muertes de personas que viven solas y que tardan varios días, o hasta semanas, en ser detectadas son la punta del iceberg de un problema social que puede ir en aumento en los próximos años, y es precisamente el conjunto de la sociedad quien debe de prestar atención a su alrededor haciendo gala de esa empatía que nos acerque a los sentimientos en beneficio de los demás.