Aprendizaje

José Varela FAÍSCAS

FERROL

04 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En cualquier arenal de Ferrolterra. Pantín, pongamos al azar. A media mañana, el jubilado llegó al parque infantil situado al lado de la playa. Se sentó a una de las toscas mesas de madera con el propósito de ojear el periódico mientras pastoreaba a sus nietas, incansables. Al poco, reparó en que una pareja de jóvenes noreuropeos se procuraba un jabonoso aseo personal completo en las duchas públicas del lugar, para, a continuación, lavar, también con abundante espuma, variados objetos de uso diario. Desde hacía unos días, en su paseo mañanero por la carretera de la costa, había observado que no menos de una veintena de caravanas, con toldos, tablas de surf, sillas y mesas desplegadas con holgura en su entorno, colmaban el aparcamiento público. Aquí y allá, en la orilla de la carretera, menudeaban esas servilletas de papel tisú que son a las cagadas lo que el humo es al fuego. Coincidencia, tal vez, porque en los lugares de los que proceden estos muchachos esas prácticas no gozan de gran aprecio. Aquí, no me pregunten. Los paseos con perros sueltos por la playa, a todas horas. El jubilado, que fue criado con una idea de Europa un tanto idealizada, concluyó que, en realidad, los visitantes nórdicos a lo que vienen a nuestra tierra es a aprender: antes de llegar a esa playa habrán visto enseres apilados durante semanas al lado de los contenedores de basuras, colillas en cuanto semáforo hay, lavadoras y neveras tiradas en montes y regatos, escombros en cualquier recodo de cualquier camino, deposiciones caninas por todas partes… Pues si vienen a aprender, pueden regresar con un doctorado en marranadas ¿La vigilancia municipal, dice? ¡Ah! Buena pregunta.