Degusto con demorado apremio el último trabajo del sociólogo portugués Boaventura de Sousa. Disfruto de su inexpugnable argumentación en Izquierdas del mundo, ¡uníos!, un opúsculo editado a finales del 2018 por Icaria que se saborea como una delicuescente onza de chocolate con leche suizo: prolongando el placer que, siempre fugaz y escurridizo, remata inexorablemente en una lánguida y melancólica petit morte. Tal vez complete el onanismo especulativo con algo de Chomsky. No sé. Mientras tanto, asisto espantado al monumento a la felonía que promueve el taimado alcalde del burgo levítico gallego y que devotamente secundan Esquerda Unida, Anova y Podemos para hacer naufragar En Marea. Bastó una brisa para aventar el polvo de arroz con el que se habían maquillado para salir al escenario, y dejar al descubierto que nunca creyeron en el proyecto. Que la unidad que proclamaban, como sugiere el pensador portugués, era una ratonera para incautos.
Otra vez la vieja política de la caspa, la útil daga ahora en forma de hacker, el aparato, la cabeza de ratón. En fin, la miseria en su versión más cutre, ramplona y descarnada. Dónde quedan los valores de la izquierda, la abnegación de los viejos militantes: sepultada por niñatos encaprichados con su juguete progre. Al crear En Marea les faltó la grandeza, y las pelotas, de Cortés al quemar sus naves, y les sobró cobardía. Qué lástima, mientras raqueo por la playa husmeando entre los restos del naufragio, tener que regresar a los poetas para embellecer la frustración por el engaño, recordar el esplendor de la hierba, y qué corto es el amor y que largo es el olvido. Y aun así, otra vez la poesía, libre te quiero.