La enseñanza, otra vez en danza

josé antonio ponte far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

15 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dijo la nueva ministra de Educación que este Gobierno, como no dispone de tiempo para abordar la redacción de una Ley Orgánica de Educación, se dispone a derogar parte de la Lomce por la vía de urgencia. Adelanta ya cuestiones que van a ser eliminadas o reformadas, algunas, creo, con buen criterio; otras levantarán ampollas y polémica. En los tiempos que vivimos, la Religión no puede ser considerada una asignatura académica, computable para hallar la nota media del alumno. Que pase a ser, según la ministra, de oferta obligatoria en los centros (por aquello del Concordato con la Santa Sede), pero de aceptación voluntaria para los alumnos me parece lo más sensato y racional. En lugar de la Religión habrá otra materia obligatoria y académica, que se llamará Valores Cívicos y Éticos. Todo muy bien explicado, pero no hay forma de que nos pongamos de acuerdo. Quizá, como decía Azaña, porque no nos conocemos ni sabemos realmente lo que queremos. Retoques por la derecha, arreglos por la izquierda, pero no somos capaces, de una vez por todas, de redactar una Ley de Educación que nos sirva a todos, quizá porque a nadie le interesa de verdad que esa ley vaya encaminada a formar ciudadanos libres, cultos y con criterio propio, en vez de personas adoctrinadas por este o aquel catecismo político. No hay manera de consensuar objetivos (y recursos para conseguirlos) que sean aceptados por los diferentes partidos para así no depender de los caprichos del Gobierno de turno. Cada ley nueva es peor que la anterior. Y así vamos padeciendo un sistema educativo de los menos eficaces que existen en Europa, comprobando que los inventos de las Logse, Loe, Lomce etc., no acaban de resolver lo que la sociedad española de estos tiempos demanda: una educación seria, eficiente, que busque el desarrollo intelectual y humano de nuestros estudiantes.

Pero, claro, a un país no le resulta fácil sacudirse el peso de su historia. Al contrario, suele aumentarlo en vez de aligerarlo. España es el ejemplo perfecto de un Estado que estuvo guiado históricamente, salvo raras excepciones, por incompetentes e intransigentes, con ideas basadas en anticuadas doctrinas políticas y religiosas. Cuando empezó a florecer la ciencia y la cultura renacentista, y a los buenos estudiantes se les incentivaba para que acudiesen a Universidades de otros países, a ver costumbres distintas y ampliar conocimientos, en España (1559) no solo se les prohibió salir fuera, sino que no se podían importar libros extranjeros. Después, el Neoclasicismo exportado por los enciclopedistas y filósofos franceses a todo el mundo, no encontró entre nosotros el eco reformador y educativo que se merecía. Jovellanos, Larra, los Krausistas y la Institución Libre de Enseñanza solo representan una minoría empeñada en valorar la razón, la cultura y la ciencia. La segunda República tuvo buenos propósitos, pero no el tiempo necesario para ponerlos en práctica. Pasamos la dictadura en tinieblas, en escuelas con olor a sacristía, presididas por el retrato de Franco y de José Antonio, empeñadas en enseñarnos quiénes eran los buenos y quiénes los malos.

Pero ahora, cuarenta años después, cuando los recursos económicos son mejores, cuando la información llega con la tecnología a todas partes, resulta que somos incapaces de consensuar unas bases serias y válidas para el estudio, la educación y el progreso. Así nos va.