La soberbia

Nona I. Vilariño MI BITÁCORA

FERROL

15 jun 2017 . Actualizado a las 07:37 h.

La soberbia tiene un componente de menosprecio al otro, a lo que es, a lo que piensa, a lo que hace. Por eso es perversa. Y, en política, significa la autoafirmación de una superioridad intelectual o nacida del mandato o la conexión con la ciudadanía. Y tal actitud se va pervirtiendo al envolverse en la supuesta superioridad moral que da auctoritas a las propuestas. Y, por eso, lo que hacen está bien, sencillamente por ser quienes son y porque su ADN se forja con su militancia. Esta reflexión es visible en la actitud de Pep Guardiola el pasado domingo. Su calificación de España como Estado autoritario, en el que se vulneran derechos fundamentales como la libertad de expresión, o la petición de ayuda internacional, van mucho más allá de su derecho, que es legítimo y legal, a defender la independencia de Cataluña como proyecto político.

Y me parece un ejercicio de soberbia manifiesta y falaz, porque el mismo hecho de poder decir lo que dice es la demostración de todo lo contrario de lo que acusa a España. Y es más grave, porque, prevaliéndose de su status, conseguido como futbolista y entrenador de notable éxito y fama internacional, transmite un mensaje político que, por ser falso, daña doblemente la imagen de un país que, en contra de su opinión, forma parte del club de las democracias más avanzadas del mundo. Por eso, aunque esta bitácora quiera ser sobre todo ferrolana, quiero defender el sistema democrático nacido de la Transición, casi única realidad política en la que vivió Guardiola. Y recordar, también, que los personajes, desde la soberbia, pueden morir de… éxito.