o sé mucho de trihalometanos. Más bien nada. Ni sabía que exitían. Pero en los últimos días he tenido, por trabajo, que recibir una formación express sobre este producto químico que se forma cuando se clora en exceso, en contacto con la materia orgánica. Hay expertos que han llamado al periódico que, aseguran, que se han minimizado los efectos que los trihalometanos pueden tener sobre la salud. Y que no es necesaria una exposición tan dilatada en el tiempo para que tenga consecuencias dañinas. No es lo que dice la Xunta ni Emafesa. Tampoco sé quien tiene la razón. Aunque sí sé que a diario estamos expuestos a otros factores perjudiciales para la salud, mucho peores, como dormir con el móvil en la mesilla o tener una red wifi por piso en un edificio de cinco plantas.
Tampoco entendí el pánico que se creó, una vez que se recomendó dejar de consumir agua, cuando unos días antes bebíamos un vaso de agua del grifo con total tranquilidad, cuando se producía el pico de trihalometanos en la red. Desconozco, además, que falló en la cadena de comunicación para que la población se entere días después de que ha estado consumiendo agua con niveles de un producto químico por encima de lo recomendado. No sé quien tiene la culpa, si el Concello, la Xunta, Emafesa o el que no le puso la etiqueta de urgente al bote que llevaba el agua a Valladolid. A día de hoy sigo sin entender nada de lo que ha pasado con la crisis del agua. Me parece bien que me descuenten unos euros en el recibo, pero explíquenme que pasó.
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