Las playas

José Varela

FERROL

06 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Los humanos tal vez no seamos los únicos seres empeñados en enmendarle la plana a la naturaleza, pero sin duda somos los más contumaces. El resultado es irregular aunque algunos capítulos puntúan alto, como el del calentamiento global. En otros, hacemos un ridículo de bochorno, más por la resistencia del paciente que por la ciencia del galeno, que diría el clásico. Ahora estamos ya en verano, y bien valdría el caso de las playas como sinécdoque del medio ambiente. Los ayuntamientos dicen que hacen lo que pueden por cuidarlas. Y ese cuidado suele medirse por el grado de satisfacción que expresen los usuarios. Una valoración que, por resumir, prima la adecuación de la playa a las prioridades de ocio de la población. Nada que objetar, pues, a las banderas azules.

Pero quizá no fuese mala idea pensar por un momento que los arenales son espacios en los que se desarrollan algunos hechos de cierta relevancia además de ser escenario del tueste protomelanómico. Para algunas especies de aves, sin ir más lejos, de relevancia tan capital que de ellos depende su supervivencia. No estaría de más, aunque solo fuese por probar, que algunos sustituyesen la prisa compulsiva por la reflexión y el respeto a esos otros seres que aunque no hablen tienen su misión en el complicado galimatías biológico del planeta. Por ejemplo, aparcando para mejor ocasión esa absolutamente irracional pretensión de extender a los canes el derecho de rapiña sobre la naturaleza que nos hemos otorgado graciosamente y legalizar su libre circulación por las playas. En fin, disfruten de la canícula, pero, por favor, háganlo respetando los otros inquilinos del planeta.