Dos grandes ejemplos de fortaleza

Ana de Antonio redac.ferrol@lavoz.es

FERROL

25 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Dos vidas.

Ellas son un buen ejemplo de cómo poner al mal tiempo buena cara, y no nos referimos precisamente al histórico temporal de la noche del pasado viernes. La primera de nuestras protagonistas sufre distrofia muscular desde hace 18 años -el mismo tiempo que tiene su hijo menor-, y un grado de minusvalía de casi el 80%; y tiene 52 años. Isabel López necesita la ayuda de asistentes sociales durante todo el día. Hasta cuatro trabajadoras diarias se turnan para desplazarse hasta su casa de lunes a sábado con la intención de hacerle los días más agradables. Su hijo adolescente, Adrián, vive con ella, y hasta que no recibió la ayuda del Ayuntamiento de Ferrol y la Xunta él era quien asumía el cuidado de su madre. Tanto, que el gobierno autonómico le premió por ello.

En primera persona. Las asistentes «me levantan, me asean, me dan el desayuno, la comida, la merienda». Antes todo esto lo hacía su hijo, «estoy muy contenta porque le quité mucho peso de encima al niño», dice Isabel entre lágrimas. «Nos hacía mucha falta la ayuda por el bien de mi hijo, estoy muy contenta». Su tristeza se mezcla con esa mirada que solo una madre tiene cuando se siente realmente orgullosa de su hijo, «estudia para ser soldador calderero y toca en una banda». Sentada a la mesa de su salón y a pesar de sus lágrimas de emoción, Isabel no pierde la sonrisa. Una sonrisa con la que no hace falta que pronuncie palabra alguna para dar las gracias por una visita inesperada. Pasa los días viendo la televisión y disfrutando de las visitas de sus hijos mayores. Pero lo que realmente le gusta es hacer ganchillo, explica como si desvelara su gran secreto. Isabel nos enseña orgullosa el fruto de sus horas de trabajo. Coloridos «tapetes y bolsas», explica. «Este todavía no lo he terminado», se excusa. Aún no tiene nietos, así que de momento hace ropa para muñecas. «Todavía tengo muchas cosas que hacer».

Con los pies en la tierra. La segunda protagonista de esta historia tiene 78 años, algo que no le ha hecho perder su natural fortaleza y energía. ¿Su secreto? «Yo no necesito nada, no pido nada. Solo quiero que la gente sea feliz y que no esté sola», dice Francisca Rodríguez, una mujer que no deja escapar iniciativa alguna que esté dirigida a personas de su edad. «Soy muy desordenada, pero siempre me gustó hacer cosas». Actualmente acude a clases para mayores en la Universidad, escribe sobre sus recuerdos con la intención de regalar a sus hijos parte de su vida, le apasiona la lectura y sigue haciendo la comida para toda su familia. La última incorporación a su agenda: participar en el Banco de Tempo, una actividad puesta en marcha por el Ayuntamiento de Ferrol y que pretende que los ciudadanos intercambien sus habilidades.

Simplemente palabras. «Poco puedo ofrecer, pero me agrada hablar con la gente para intentar que se sienta mejor. También me he ofrecido para ir a leer libros a quien quiera». ¿Y qué quiere ella? «Nada. Me gustaría aprender a usar el ordenador, pero ya es tarde».

Lo que nos sobra. Francisca tiene muy claro el motivo por el que hoy en día «la gente no es tan feliz como antes». Algunas personas «tienen demasiado y otras muy poco. Cuantas más cosas se tienen más infeliz se es. La mitad de las cosas que hay en las casas nos sobran». Y recuerda que de niña nunca tuvo una muñeca. «¿Sabes lo que es para una niña tener una muñeca? Ahora los pequeños tienen demasiadas cosas».