Siglos de historia del ejército español

FERROL

La legendaria unidad, que participó en la defensa de Fuenterrabía contra los franceses en el año 1795, consiguió llegar al siglo XXI, pero ya estaba decretada su extinción

18 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El día 4 de diciembre del 2001, el Ejército confirmaba su decisión de disolver el histórico Regimiento de Artillería de Ferrol, testigo, en plena Guerra de la Independencia, de las últimas horas de Sir John Moore. Durante la que acabaría siendo la última gran celebración ferrolana del Día de Santa Bárbara, patrona de los artilleros, el teniente general Ignacio Oliver anunciaba, en el acuartalmiento Sánchez de Aguilera, que el regimiento iba a dejar de existir. Su discurso desató el llanto de muchos de los presentes. Y otros, como algún veterano sargento que logró contener las lágrimas, comentaban que aunque no lo hiciesen, para no dejarse llevar por el llanto «delante de todo el mundo», tenían ganas de llorar. «Detrás de esta puerta -comentaba, desolado, un oficial- tenemos guardada, entre otros documentos, la lista de los que murieron en Trafalgar».

El entonces alcalde de Ferrol, Xaime Bello, anunciaba ese mismo día que el Ayuntamiento adoptaría las «medidas necesarias» para lograr que el Ministerio de Defensa modificase su decisión. El presidente de la Cámara de Comercio, Francisco Cruz Senra, advertía que la desaparición del regimiento tendría consecuencias muy negativas para la economía local, al ver reducido el comercio ferrolano el número de sus clientes «en máis de trescentas familias». Y la historiadora Esperanza Piñeiro de San Miguel subrayaba el valor simbólico que para Ferrol tuvo durante siglos un regimiento cuya mera presencia hacía que la ciudadanía se sintiese «protegida». Pero todo fue inútil. Defensa no modificó su decisión. Y la unidad, que tuvo como última sede el acuartelamiento Sánchez de Aguilera, se extinguió. En realidad, en aquel momento, con la decisión tomada, se estaba extinguiendo ya.

Entre quienes mantienen viva su memoria se encuentra el investigador José López Hermida, comandante de Artillería en la reserva y autor de múltiples publicaciones sobre el regimiento. Desde hace años, Hermida intenta que Galicia no olvide la importancia de un regimiento que ya partició a finales del XVIII, durante el reinado Carlos IV, en la defensa de Fuenterrabía contra los franceses. Enamorado de la historia, Hermida fue, por cierto, el último oficial responsable del monasterio de Santa Catalina de Montefaro y del castillo de San Felipe cuando ambos monumentos se encontraban todavía en manos del Ejército. No duda ni un segundo a la hora de afirmar que a la Artillería se le debe que tanto el monasterio como el castillo hayan llegado hasta nosotros como lo han hecho. Y tiene razón: la suya fue, de hecho, una de las primeras voces que se alzaron, y por cierto con éxito, para reclamar que se le prestase la atención que merece a la fortaleza que hoy opta a ser declarada, por la Unesco, Patrimonio Mundial. Pero aunque haya monumentos, conservados por el regimiento ferrolano de Artillería, que han sobrevivido al tiempo -como el Baluarte del Infante, otro ejemplo; el mejor conservado de las viejas defensas ferrolanas que rodeaban, en torno a la desaparecida muralla, la ciudad-, a Hermida le duele ver todo lo que se ha perdido durante sus últimos años. «A pasear por las baterías cada vez voy menos, porque me duele en el alma ver cómo está todo aquello», confiesa. A él le causó un especial disgusto ver desaparecer los míticos cañones Vickers, de 38,1 centímetros de calibre, que artillaban las baterías de costa ferrolanas, que fueron desguazados a pesar de las voces (entre ellas también la suya, naturalmente) que se alzaron pidiendo su conservación. Quienes quieran saber hoy cómo eran aquellos cañones, tan presentes en el cine europeo y también en la literatura bélica, tienen la posibilidad de contemplarlos... en las baterías coruñesas, que también dependían del Regimiento de Artillería de Ferrol. La Coruña quiso guardalos para la historia, y así lo hizo. Ferrol, mientras tanto, una vez más se equivocó.