Reportaje | Dos nuevas monjas en Ortigueira A la parroquia de San Marta han llegado dos religiosas de la orden de la Fraternidad Reparadora para dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de los necesitados y a la oración
24 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.?¡Si supiérais la libertad que te da no tener nada!». Edurne y Olaya viven del modo más austero que uno pueda imaginar. Duermen en el suelo, sobre unas mantas, comen lo básico y duermen lo imprescindible. Por supuesto no gastan un euro en modelitos ni en revistas de moda ni en maquillaje ni en teléfonos móviles. Pero son libres. Y muy felices. Son religiosas de la orden de la Fraternidad Reparadora, fundada en Oropesa (Toledo) en 1977 por un jesuita, el padre Mendizábal. ?esde hace unos pocos meses están en Ortigueira, al servicio de los enfermos, los mayores y los pobres de las parroquias. ?s miércoles, al mediodía. Las religiosas rezan en la iglesia parroquial de San Marta. Las mañanas las dedican en cuerpo y alma a la oración. Interrumpen brevemente sus plegarias para contar a qué se dedican y qué hacen en Ortigueira. En realidad, ellas sueñan con pasar desapercibidas lo más posible, pero acceden a satisfacer ciertas curiosidades para que se conozca el trabajo de la orden. ?Nuestra misión es ayudar siempre en parroquias rurales, nunca iríamos a una ciudad. Atendemos enfermos, celebramos la palabra...», explica Edurne, que nació hace tres décadas y que es la mayor de las dos. ?obre su vida diaria sólo cuentan que es «sencilla». Pero el párroco de Ortigueira, José Buide, que hacía años que había solicitado a la orden de la Fraternidad Reparadora que le enviasen unas religiosas como apoyo, relata unos hábitos absolutamente austeros: «Cosas buenas no quieren, sólo aceptan lo básico, como patatas, huevos, esas cosas, y viven de la limosna». Las religiosas se han instalado en la casa rectoral, un edificio en el que hace años que no vive nadie. Eligieron la estancia menos agradable, la planta baja, para vivir, y rechazaron el calefactor que les prestó Buide. «Siguen sorprendiéndome, son tan jóvenes, tan alegres y con una vida tan sacrificada», resume Buide. ?l único «lujo» mundano que se permiten las religiosas es conducir un coche (un Citröen) cedido por el Obispado para que puedan recorrer las parroquias y atender a los necesitados y enfermos. ?dmite la joven religiosa que ?a la gente le puede chocar» su elección. Pero es que un día «todo te parece superfluo y te das cuenta de que tienes que dejarlo todo para entregarte a Dios». Es, añade Edurne, «como cuando te enamoras». Será por eso que ambas dicen con una sonrisa en la boca que en absoluto les costó nada renunciar a todo, a unos estudios, a una vida mundana con lujos al alcance de la mano, para encomendarse a los demás. En Ortigueira dejarán su huella al menos tres años.