La arquitectura, calles y trazado del tradicional barrio aún recuerda a sus orígenes, hace más de quinientos años, como la prolongación de Ferrol Vello
02 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Hay siempre una pared blanca que mirar en Canido y que a veces recuerda al sur, aunque a miles de kilómetros del Mediterráneo. Aquí huele a océano, a un Atlántico que ha marcado la vida de una ciudad y que fue su origen hace más de quinientos años. En esa época nació también uno de los barrios más populosos y tradicionales de Ferrol, un Canido que era entonces un monte raso que prolongaba la vida de Ferrol Vello. Como aquel, Canido tiene sus bases en la cultura castreña. Ya en la época medieval era la ribera de una población que se dedicaba a la pesca y al cultivo de vid y cereal. Esa vida marcó el trazado y la arquitectura de una zona que tiene en el famoso cruceiro -ahora souvenir oficial del municipio- el referente artístico de la zona. Pero que, a poco que uno quiera caminar, se puede encontrar más de un rincón con ambiente de años lejanos. El paseo puede centrarse en la avenida que se conforma entre la plaza que da nombre al barrio y el propio monumento religioso. El recorrido permite, además, tener una visión inusual de la ciudad, con las calles en sentido descendente bien hacia A Magdalena bien hacia el puerto de Curuxeiras. Canido es ahora uno de los lugares emblemáticos para entender la ciudad, con sus edificaciones de dos plantas y con un silencio que nunca es una excepción. Pero la vida no se detiene, con una actividad comercial abundante y en la que predomina el puesto de siempre, el del pequeño tendero. Desde el propio barrio de Canido se puede, además, emprender la ruta hacia el extrarradio de Ferrol; Esmelle, Covas... Y la playa al fin. Aunque aquí, a varios kilómetros, el olor a mar se impregna hasta en la piel.