«Es una prórroga maravillosa»

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MARCOS MÍGUEZ

Este mes se cumple un año de cuando Isabel San Juan supo que necesitaba un trasplante. Aún convaleciente de la intervención realizada en abril gracias a la generosidad de su hermana, se ha vuelto activista de la donación.

18 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Priorizo muchísimo todo, te hace equilibrar la vida, cada minuto lo saboreo, lo que me han dado es una prórroga maravillosa, una calidad de vida que no sé cómo sería de haber pasado por diálisis, pero por lo que oigo es duro, aunque imprescindible para las personas con insuficiencia renal aguda», explica Isabel San Juan tras someterse a un trasplante renal, el pasado abril, gracias a la donación de su hermana Cristina. Los resultados de una revisión médica de empresa, que adelantó porque se encontraba muy cansada, hicieron que saltaran las alarmas y que fuese derivada de urgencia al Hospital A Coruña, donde le informaron que necesitaba un trasplante. «Me quedé en shock, pensé que habría muchos pasos antes», reconoce la responsable de comunicación de la refinería coruñesa, que asegura que fue el equipo de coordinación de trasplantes, del que destaca su humanidad y su capacidad de apoyo al igual que la del resto de personal del hospital, el que le planteó la donación de persona viva. Tras comunicar la noticia a sus padres y a sus tres hermanos, su madre fue la primera en ofrecerse, pero al ser octogenaria se descartó como donante, y fue finalmente su hermana. Tras pasar las pruebas de compatibilidad, fueron intervenidas el 25 de abril y ocho días más tarde recibieron el alta hospitalaria. «Yo lo tenía muy claro desde el primer momento, pero esta decisión hay que tomarla en equipo, porque afecta a todos los aspectos de tu vida, personal y profesional. Así que me tomé el tiempo para hablarlo con Pascal, mi marido, porque era muy importante contar con su apoyo», relata Cristina. «Mi familia está bastante unida, pero esto nos ha unido más», apostilla Isabel, que admite que ella «hubiera hecho lo mismo». Sin miedo a su intervención, Isabel aún se emociona al recordar como uno de los peores momentos cuando Cristina bajó antes que ella a quirófano o la incomprensión de ambas con el protocolo que las situó en habitaciones distintas para que su recuperación no interfiriese en la de la otra. «Lo que más nos costó fue no estar juntas, además te vuelves muy protectora con quien te dona», indica Isabel, que resta importancia a la convalecencia, que en ambos casos ha sido lenta, porque quiere «que la gente done».

 Optimista desde siempre, tras el trasplante Isabel se reconoce más prudente. «Ahora espero a que los semáforos estén en verde, nos ha costado mucho que esté viva», sentencia reconociéndose afortunada.