Argentina presume de primera dama

Blanca Hermida

EXTRA VOZ

Estudio Sisso Chouela

La prensa se ha lanzado a por los detalles de la historia de amor entre el presidente y la joven empresaria Juliana Awada, que ya ha sido criticada por sus gustos caros y se vio envuelta en una denuncia por explotación

14 oct 2022 . Actualizado a las 10:49 h.

La próxima semana, Juliana Awada estará viviendo en la residencia presidencial de Olivos, en Argentina. Tras la victoria de su marido, Mauricio Macri, en las recientes elecciones del país, esta empresaria de 41 años se ha convertido en la quinta primera dama de los últimos treinta años de democracia, tomando el testigo de Cristina Fernández de Kirchner, que se convirtió en presidenta tras el fallecimiento de su primer marido.

Juliana ha entrado por la puerta grande. Su imagen ha volado por las redes sociales a la misma velocidad que su historia de amor, que muchos medios digitales recuperaron con pelos y señales. En España, el titular más frívolo la definía, entre comillas, como una mujer «insaciable en la cama», asegurando que eran palabras con las que la definía su propio marido.

Pero Awada, de 41 años, llega a primera dama muy lejos de las ambiciones de Fernández, quien cuando su esposo, Néstor Kirchner, se convirtió en presidente en mayo de 2003, ya tenía una carrera política propia.

De sencilla elegancia y un bajo perfil del que se ha despegado en la campaña, Awada fue conocida primero por ser la diseñadora de una marca de ropa femenina creada por su familia. Nacida en Buenos Aires el 3 de abril de 1974, es hija del inmigrante libanés Abraham Awada y de Elsa Esther Pomy Baker, descendiente de inmigrantes sirios que en la década de 1960 fundaron una empresa textil.

Tiene cuatro hermanos, Zoraida, que se encarga de la comercialización en la empresa; Daniel, que se independizó del negocio familiar y tiene marcas propias de moda; Leila, artista plástica; y Alejandro, un reconocido actor, quien públicamente ha mostrado sus diferencias políticas con Macri. Awada recibió educación en un colegio bilingüe de clase media acomodada y, cuando terminó el secundario, perfeccionó su inglés y estudió Diseño en el Reino Unido.

Después se incorporó a la empresa familiar que dirigía su madre, y, con su creatividad, renovó la imagen de la marca. A los 23 años, se casó con Gustavo Capello, de quien se divorció años más tarde. Juliana viajaba frecuentemente con su madre a las capitales mundiales de la moda para asistir a la presentación de colecciones. En uno de esos viajes, en un vuelo a París, conoció al conde belga Bruno Laurent Philippe Barbier, un millonario con negocios agropecuarios en Argentina. Awada y Barbier no se casaron, pero convivieron durante una década y tuvieron una hija, Valentina, que hoy tiene 12 años.

Macri llegó a la vida de Awada entre máquinas para hacer ejercicio. Se conocieron en un gimnasio frecuentado por empresarios, políticos y figuras de la jet set local en el Barrio Parque de Buenos Aires, un distrito selecto donde la diseñadora y el conde belga tenían su casa, al igual que el clan de los Macri. «Como él es amigo de mi hermano mayor, en una cena antes de ser novios, él se acercó a mi mamá y le dijo: ?¡Hola, suegrita!», contó Juliana. Según ella, Macri le pidió matrimonio tres veces.

La relación se formalizó a finales de 2009, cuando Macri llevaba dos años como alcalde de Buenos Aires, y se casaron en noviembre de 2010. El alcalde porteño venía de dos matrimonios anteriores: con Ivonne Bordeu, con quien tuvo tres hijos, y con Isabel Menditeguy, de quien se separó en 2005.

«No es que yo lo viese a Mauricio y me enamorara la primera vez. Pero cuando empecé a salir, inmediatamente sentí que era el amor de mi vida. Sentí algo muy fuerte, como si nos conociéramos de muchos años», dijo Awada en una entrevista en 2010. Confiesa que lo que le impactó de Macri, con quien en octubre de 2011 tuvo una hija, Antonia, fue su mirada: «Me encantan los ojos que tiene».

Pero no son los detalles cursis de su relación los únicos que han llegado al público sobre Juliana Awada. A pesar de que ella asegura venir «de una familia trabajadora», le han llovido las críticas por sus gustos caros, sobre todo en lo que a bolsos y relojes se refiere. Además, la empresaria se vio envuelta en una denuncia judicial por un caso de explotación de trabajadores en un taller clandestino en el que supuestamente fabricaba ropa para sus propias marcas.