El entrenador de Sampedor vive momentos delicados en Múnich después de haber sido incapaz de recuperar el cetro europeo que heredó de Heynckes y de que los ataques de sus detractores se hayan recrudecido
16 ago 2015 . Actualizado a las 20:09 h.Poco rastro queda del Guardiola calculador y comedido que manejaba los ritmos del fútbol desde el trono del Barcelona, escudado por unos resultados intachables y una plantilla de potencial extremo. En la actualidad, vive momentos complicados en el Bayern de Múnich. Sus salidas de tono se han vuelto frecuentes. Y algunos de sus detractores no dudan en afirmar que el ciclo del de Sampedor en Baviera tocará a su fin en junio. Históricos del club alemán han arremetido sin compasión contra el entrenador. Entre ellos figuran nombres ilustres como Oliver Kahn, Stefan Effenberg o incluso Franz Beckenbauer. Le acusan de haber transformado la máquina devastadora que construyó Juup Heynckes en un equipo que ha perdido el instinto asesino a cambio del dominio de los pases y la posesión. Un escenario que ha puesto de los nervios al catalán.
Si se realiza un ejercicio de memoria, se llegará a la conclusión de que las críticas no le sientan bien a Guardiola. En el Barcelona más poderoso de la historia, cuando las victorias soplaban con fuerza en las velas, el técnico catalán aguantaba con entereza y solemnidad los envites de, entre otros, su álter ego José Mourinho. Pero las derrotas son un veneno para la compostura. Seis días después de perder la final de la Copa del Rey de 2011, al de Sampedor se le soltó la lengua. Le dedicó al portugués la famosa acusación de que era «el puto amo» en las salas de prensa. Una frontera rota para siempre.
Aquella versión del Guardiola más visceral ha arraigado en Alemania, donde el técnico parece ir de encontronazo en encontronazo. Su contrato expira en junio y muchos ven que en esa fecha se acabará el ciclo. No así Mattias Sammer, director deportivo de los muniqueses y uno de los pocos valedores que le quedan al exinternacional español. No en vano, el directivo pareció contento con la renovación de Pellegrini por el Manchester City, destino con el que se había vinculado al de Sampedor.
Relación deteriorada
Pep Guardiola entró con buen pie en el fútbol alemán. Su guiño hacia los aficionados con el dominio del idioma germano en su rueda de prensa inaugural causó furor. Pero el pasado reciente del Bayern pronto se convertiría en una losa para el preparador catalán.
Los muniqueses lo habían ganado todo con Heynckes. Incluso habían pasado el rodillo sobre el Barcelona heredado por Tito Vilanova en semifinales de la Liga de Campeones en 2013, con un parcial de 7-0 a favor. Guardiola aterrizó en un equipo temible, con un poderío físico envidiable y el instinto demoledor alemán.
Llegó al club con unos emolumentos que rondaban los 17 millones de euros. E inició una reconversión que no acabó de calar en los más férreos defensores de la escuela teutona. El revuelo creció después de que el Real Madrid aplastase a los muniqueses en las semifinales de la Liga de Campeones en 2014. Muchos no entendían el empeño en tirar a la basura los planos maestros de un equipo que había sido letal por su verticalidad y pegada.
Una temporada más tarde, el hastío de Guardiola pareció rebosar. En octubre, el técnico tuvo un rifirrafe con la cuarta árbitro durante un encuentro contra el Borussia Mönchengladbach. Le llovieron palos. En abril, abrió varios frentes que no parecen haber cicatrizado. En Oporto, se enzarzó en una discusión con uno de los jardineros del campo de O Dragão. Y unos días después, asistió impasible a la dimisión de Hans Muller-Wolfhart, que era el jefe de los servicios médicos del Bayern. Le achacó que la recuperación de Thiago Alcántara había sido «mal gestionada».
Más líos con los árbitros y la eliminación de la Liga de Campeones a manos del Barcelona abrieron de par en par las heridas de un Guardiola desbordado por la incapacidad de devolver a su equipo la vitola de tirano de Europa.
Detractores
Muchos han sido los detractores de Guardiola desde que este llegó al fútbol alemán. Uno de los más constantes es Stefan Effenberg, excapitán del Bayern. Hace unas semanas, insinuó que el catalán debería dejar su puesto en el conjunto muniqués y que Jurgen Klopp sería un magnífico sustituto. En el pasado, ya había arremetido contra el entrenador por su «exceso de celo» con los jugadores.
Esta misma semana, Effenberg ha incrementado la presión al reflexionar acerca de la necesidad de que Guardiola demuestre que es capaz de ganar la Liga de Campeones con el Bayern y, además, de convertir a los de Múnich en el primer conjunto capaz de alzarse con cuatro Bundesligas consecutivas.
Oliver Kahn, exportero del Bayern, también suele sacar el látigo contra Guardiola. Le acusó en el tramo final de la pasada campaña de maltratar a Goetze y Müller y puso en tela de juicio, durante una retransmisión televisiva, la gestión de recursos realizada por el de Sampedor.
Precisamente, Guardiola tuvo un rifirrafe con Müller durante un entrenamiento de esta pretemporada. Hace poco más de un mes, ambos intercambiaron gritos, si bien el futbolista alemán acabó acatando las indicaciones de su técnico.
También Franz Beckenbauer le ha dejado recados a Guardiola, al que ha criticado por usar una línea defensiva «demasiado peligrosa» con tres centrales en el tramo final de la pasada temporada, cuando parte de la afición de los bávaros solicitó su salida del club.
Situación Límite
Tras caer eliminados ante el Barcelona en la última edición de la Liga de Campeones y firmar algunas derrotas contundentes en el desenlace de la anterior campaña, todo apunta a que la situación de Guardiola es delicada. Los comportamientos del entrenador catalán, fuera de tono en más de una ocasión, tampoco transmiten tranquilidad.
La temporada ha empezado movida para el técnico de los muniqueses. Poco rastro queda del técnico comedido del Barcelona, a quien los argumentos futbolísticos de Messi y compañía protegían de cualquier ataque. En un estado de crispación continuo, Guardiola se enzarzó hace unos días en una discusión con Nigel De Jong, holandés famoso por clavarle los tacos en el pecho a Xabi Alonso en el Mundial de 2010 y que lesionó a Kimmich con una brusca entrada durante la Audi Cup. Hubo mediadores para que el oranje no se abalanzase sobre el entrenador en los vestuarios.
Días después, Guardiola se negó a darle la mano a Caleb Porter, técnico de un combinado de estrellas de la Major League Soccer que superó al Bayern por 2-1. El motivo fue «la excesiva dureza» con la que los estadounidenses se aplicaron en el duelo. Los valors hierven con la tensión.