Un año para afianzar el liderazgo de la princesa Leonor como heredera

S. RODRÍGUEZ MADRID / COLPISA

ESPAÑA

La princesa Leonor, en la jura de la Constitución el 31 de octubre del 2023.
La princesa Leonor, en la jura de la Constitución el 31 de octubre del 2023. Ballesteros

Refuerza su papel con más apariciones y discursos más comprometidos

03 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue tal la obsesión de sus padres —en especial de la reina Letizia, dicen— de protegerla a ella y a su hermana de la exposición pública cuando eran pequeñas que se temía que la falta de conexión entre las hijas de los reyes y la ciudadanía el día en que la princesa Leonor y la infanta Sofía comenzaran, por edad, a participar en actos de la corona. Desde la proclamación de Felipe VI, de la que en junio se cumplió una década, se introdujo a cuentagotas a la heredera en la agenda de la Casa Real.

El desfile del 12 de octubre del 2014, a punto de cumplir los nueve años y la infanta Sofía con siete, supuso el debut de ambas en una actividad oficial. Pero poco más margen ofreció Zarzuela para acercarse a quien un día ostentará la Jefatura del Estado y a su hermana. «Si no la conocemos, no podremos quererla», pronunció una lugareña el 8 de septiembre del 2018 en el Real Sitio de Covadonga, lugar elegido, y no al azar, por la Casa Real para que la princesa Leonor se estrenara en su primer acto oficial.

Allí había recibido casi cuatro décadas antes su padre los atributos de heredero de la Corona, el título que ostenta el primero en la línea de sucesión. Aún no había cumplido los 13 cuando presidió el 1.300 aniversario del origen del reino de Asturias, cuando, con una timidez asombrosa, estrechó las manos de los cientos de asturianos que fueron a recibir a la familia real. Confesó en el discurso más personal que ha pronunciado hasta la fecha, el día previo a la entrega de los Premios Princesa de Asturias de hace una semana, tras recibir el título de alcaldesa honorable de Oviedo y la medalla de Asturias, que su familia es muy «asturianona», que su bisabuela Menchu Álvarez del Valle le contaba historias y anécdotas del Principado, que había recorrido sus bosques y que se había deleitado con su gastronomía —dijo que su plato favorito eran los oricios—.

Nunca antes se la había escuchado hablar así. Supuso la culminación de un año en el que Leonor ha pasado de ser casi una desconocida a mostrarse tal como es. Y ha gustado. La monarquía española tiene en Leonor a su gran activo. El tiempo ha demostrado que aquel empeño en limitar su exposición pública, en proporcionar a las pequeñas de la familia una infancia lo más normal posible, aun sabiendo el papel que la historia le tiene reservado para la primogénita de los reyes Felipe y Letizia, ha salido bien.

Alrededor de la princesa de Asturias se ha generado una leonormanía que ha sorprendido incluso en Zarzuela. Que no era algo preparado ni buscado. Que se generó por tres momentos de otoño del 2023 —los dos años anteriores estuvo en Gales, estudiando el Bachillerato, alejada de toda actividad— que ya son hemeroteca: las fotografías de su instrucción militar en la Academia de Zaragoza, su cara de sorpresa al encontrarse con un grupo de cadetes en su debut en la recepción del 12 de octubre en el Palacio Real y el juramento de la Constitución el día que alcanzó la mayoría de edad. Viaje oficial a Portugal Doña Leonor, ahora en la Academia de Marín para adquirir conocimientos de la Armada —en enero se enrolará en el Juan Sebastián Elcano junto a otros 75 compañeros para una travesía de seis meses que abarcará ocho países y seis ciudades españolas—, acaba de cumplir 19 años. Ha completado doce meses en los que ha dado dos pasos de gigante hacia el trono. Por un lado, estrenó en verano su agenda internacional con un viaje a Portugal donde fue recibida con honores de reina. Por otro, dejó atrás los discursos con escaso contenido para empezar a mostrarse como es, qué piensa. E irá a más.

En Oviedo, en el Teatro Campoamor donde hasta ahora el monarca pronunciaba su discurso más personal, «con orgullo de padre y de rey», Felipe VI comenzó a ceder el testigo a su hija, una mujer preparada y comprometida, que reproduce a la perfección el esquema de la actual Corona: no arriesga demasiado, pero cumple escrupulosamente con lo que se espera de ella. Dicen de Leonor que es tranquila, prudente y paciente. Lectora empedernida, ha reconocido en alguna ocasión que le atraen más las materias de Ciencias que de Humanidades y tiene facilidad para el aprendizaje de idiomas. Se desenvuelve con naturalidad en las lenguas oficiales del Estado, también en inglés, y tiene un conocimiento alto del árabe y nociones de chino.

Su imagen

Entre sus puntos fuertes está el que es mujer, atractiva y transmite una imagen de prudencia, disciplina y con vocación de servicio. Su timidez, quizás su punto débil, la oculta tras una sonrisa natural, nada forzada, responsable de esa leonormanía. «Resulta muy cercana y busca agradar», dicen quienes la han tratado. De ella se destaca, además, el enorme cambio que ha experimentado en este último año. Ella misma vino a reconocerlo en junio en Zaragoza, en su despedida de la ciudad en la que inició su formación militar, donde se sintió como una más entre un centenar de cadetes con —salvando las distancias— la misma vocación de servicio que a la heredera le han inculcado desde la cuna.

La única asignatura pendiente que aún hoy tiene la princesa Leonor es presidir junto a los reyes una cena de Estado. Había fecha, de hecho, fijada, con la visita de los reyes Carlos y Camila a principios de año, frustrada por el cáncer del monarca británico. La heredera tampoco ha tenido hasta ahora relación directa con otras familias reales europeas.