Hay personas que se resignan ante las adversidades y se acomodan en el conformismo. Y hay otras que se empecinan en intentar alcanzar sus objetivos aunque parezcan abocados al fracaso. Rajoy decidió no intentarlo y ahora ve esfumarse las pocas posibilidades que tenía de conseguir su propósito. En cambio, Pedro Sánchez, pensando aquello de que la gloria es solo para los valientes, ha luchado contra viento y marea para perseguir lo imposible, y probablemente no lo logre, pero ahora mismo es el único con posibilidades reales de ser presidente. Es él o elecciones. En la resaca del acuerdo de gobierno PSOE-Ciudadanos, la principal y más importante consecuencia es que el PP ha quedado superado como primera fuerza parlamentaria y, en consecuencia, Rajoy ha perdido toda opción de ser reelegido. Salvo que haya nuevas elecciones, que en realidad es aquello por lo que ha trabajado desde el primer día. Lo mismo que Podemos. El partido de Pablo Iglesias se ha centrado en pugnar con el PSOE para arrebatarle el liderazgo de la izquierda. Para ello, ha acentuado el perfil que lo acerca al terreno clásico de IU y ha ido perdiendo las luces regeneradoras que lo habían alumbrado durante cierto tiempo.
Los perdedores en las elecciones han conseguido con su pacto, quizás no el Gobierno como advertía el PP, pero sí ocupar el primer plano del escenario político. Nada podrá hacerse sin ellos y, al menos hasta el 1 de mayo, son los únicos con capacidad para acceder a la Moncloa. Y en el caso de que haya nuevas elecciones, el acuerdo de gobierno extiende el espacio político que ocupan hacia izquierda y derecha, empujando a PP y Podemos hacia los extremos, que es donde se pierden las votaciones. Todo hace pensar que, la próxima semana, Pedro Sánchez fracasará. Pero será solo el primer paso de un largo camino que no necesariamente concluirá en nuevas elecciones. Dependerá de una nueva batalla política que comenzará en el mismo debate de investidura. En todo caso, la resaca será larga y pesada.