Los pactos municipales serán con fórceps

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Vuelve a sonar Alberto Ruiz-Gallardón para acudir en socorro del PP, llamado por Rajoy. Solo le faltaría a Esperanza ese cilicio para mortificarla más

07 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay que activar con urgencia el programa del Ministerio de Sanidad para la prevención de enfermedades cardíacas en esta semana de pactos. Es como un parto múltiple sin anestesia y con sorpresas de infarto. Alerta médica. Hasta el día 13, fecha de constitución de los 8.122 ayuntamientos de España, puede pasar de todo. Cuatro de cada cinco capitales están en el aire. Peor es en esos pueblos pequeños del mundo rural, como en Teruel, donde, según José Ángel Biel, todavía presidente de las Cortes de Aragón, «igual hay solo 27 vecinos y todos son candidatos».

Hasta el sábado todo está abierto porque en la sucesión de encuentros madrileños aun no hay «fumata blanca». Rajoy con Sánchez, Sánchez con Iglesias, Iglesias con la valenciana Mónica Oltra, de Compromís, Albert Rivera con todos y vuelta a empezar. De momento todos dicen lo mismo, que decidan sus barones autonómicos, pero pobre del barón que vaya por su cuenta. Salvo Susana Díaz que siempre exhibe sus tropas militantes para amedrentar a Sánchez, que ya es candidato a las primarias, y anuncia que, o hay acuerdo en tres días, o convoca nuevas elecciones. De momento, cenáculos políticos a tope, juzgados a todo tren y España esperando una señal para pactar. A petición de la candidata popular, Cristina Cifuentes, Rajoy ha forzado la dimisión de dos consejeros de la Comunidad de Madrid imputados en una deriva del caso Púnica, entre ellos Lucía Fígar que ya sonaba como ministra de Educación para sustituir a Wert. Pero ni con el cese de dos consejeros en Madrid, Rivera tiene bastante. Le pide al PP que acepte un pacto anticorrupción pero no se fía de que lo firme solo Cristina Cifuentes, que está dispuesta a lo que sea para ser presidenta. En otra vuelta de tuerca pide implicar a Esperanza Aguirre, presidenta del PP de Madrid, que anda contenta estos días con su triple castigo: pérdida de la alcaldía madrileña desde la que pensaba amenazar a Rajoy, el «sorpaso» de su rival Cristina Cifuentes y la imputación de sus antiguos equipos en la Comunidad. Y ahora, encima, le pide Rivera garantías.

Entretanto en Barcelona, el independentismo de Esquerra le ha exigido a Ada Colau que jure la bandera secesionista y ella se ha negado. «Gobernaré en minoría -es la cabeza de lista más votada- y aún está ahí el PSC para aliarnos», le dijo a los suyos. Y Esquerra ha tenido que retirar la coacción. Colau, con la que dialogamos antes de ser elegida, no es independentista. Quiere un referendo, pero no votaría «sí» a la independencia. «En esas riadas de personas manifestándose el 11 de septiembre en Barcelona, todos no son independentistas: unos sí, otros solo quieren que se les pregunte y muchos están protestando por los efectos de la crisis. La verdadera fábrica de independentistas es el PP», afirma la inminente alcaldesa, si la conspiración activa de la Barcelona del dinero no lo evita.

Más allá de las dos grandes ciudades, en Valencia se da por hecha la marcha de Rita Barberá y en Valladolid Javier León de la Riva formalizó su adiós. Gana la política pero pierde el esperpento. Sevilla puede ser moneda de cambio para que el PP permita la investidura de Susana Díaz y si pasa lo mismo en Cádiz, porque no se desaloja a Teófila Martínez, Pablo Iglesias la monta. Estamos en una inmensa partida de ajedrez simultánea con unos doscientos tableros abiertos si se cuentan diputaciones, cabildos insulares y juntas generales vascas. Los líderes tienen una semana para decidir.

Entretanto, en el Madrid revuelto de pactos y nombres propios vuelve a sonar Alberto Ruiz-Gallardón para acudir en socorro del PP, llamado por Rajoy. Solo le faltaría a Esperanza ese cilicio para mortificarla más. ¿Qué hace Alberto ahora?, le preguntamos a un catedrático de Ciencia Política que mantiene contacto con él. «Bueno, ya se ha dado cuenta de que Rajoy es un asesino en serie que liquidó a Mayor Oreja, luego a Rato, puso a Esperanza en el precipicio y acabó con Alberto sin inmutarse», responde en tono jocoso. El calificativo es una broma negra, pero tiene una base estadística que la sustenta.