El dilema de mimar al líder de la oposición sin que se consolide

G. B. MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

29 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Mariano Rajoy respiraría ayer tranquilo al escuchar a Pedro Sánchez afirmar rotundamente en el mismo palacio de la Moncloa que el referendo independentista catalán es «ilegal» y por tanto no puede celebrarse. No tenía desde luego el presidente ninguna esperanza de coincidir con el nuevo líder del PSOE en lo que afecta a la economía o la elección directa de los alcaldes. Y su prioridad era que, antes de que Mas llame mañana a la puerta de su casa, tenga claro que no va a obtener del PSOE ni un poco de árnica tras llevarse el sonoro portazo que le dará el presidente.

Mariano Rajoy se mueve entre el dilema de mimar al recién estrenado secretario general del PSOE, ganándoselo para su causa de defender el sistema establecido y la lucha contra el secesionismo catalán, y evitar que se consolide como una alternativa creíble y más sólida de lo que lo era Alfredo Pérez Rubalcaba, que siempre estuvo lastrado por la herencia de Zapatero, de cuyo Gobierno fue vicepresidente.

Durante toda esta legislatura, Rajoy se ha encontrado cómodo con el tipo de oposición que le ha hecho Rubalcaba, marcada por lo que el exlíder socialista entiende como un sentido de Estado. Pero es consciente también de que, a partir de ahora, no tendrá tan fácil el recurso permanente a la herencia recibida y la responsabilidad del anterior.

Pedro Sánchez se ha apresurado a dejar claro que él no asume herencia alguna de Zapatero, y tampoco de Rubalcaba, con decisiones como la de ordenar el voto en contra de Jean Claude Juncker para la presidencia de la Comisión Europea, cuando su antecesor se comprometió a apoyarlo, o la de ignorar las primarias internas que Rubalcaba había prometido para noviembre del 2014.

Sánchez demuestra soltura

Pero para Rajoy lo urgente era cerrar con Sánchez un compromiso claro de apoyo al Gobierno en las graves decisiones que haya que tomar en caso de que Mas mantenga su desafío cuando el Constitucional le cierre la puerta. El líder del PSOE se zafó ayer de ese abrazo del oso, diciendo que él cree a Mas cuando dice que no hará nada ilegal. En lo personal, Sánchez demostró ayer más soltura y naturalidad en su primera visita a la Moncloa de la que demostraron sus dos antecesores al verse en ese trance.