Si hubiera que fiarse de las encuestas, las elecciones europeas del 25 de mayo marcarían un notable punto de inflexión en el ocaso del bipartidismo. Una tendencia que ya se apuntó en las generales del 2011, cuando el porcentaje de voto que suman los dos grandes partidos bajó del 84 % alcanzado en el 2008 al 70 %, la cifra más baja en todas las elecciones celebradas hasta ahora. Los sondeos estiman que ese porcentaje podría caer en mayo por debajo del 60 %, con el fuerte ascenso, sobre todo, de dos formaciones, Izquierda Unida y UPyD. Pero tanto en Génova como en Ferraz creen que no será para tanto.
En primer lugar, consideran que, aunque haya ahora una fuerte caída del bipartidismo, será fruto de un tradicional voto de castigo a las grandes fuerzas en las europeas, que no se repetirá en los mismos términos en las generales del próximo año. La estrategia de populares y socialistas para mermar esa desafección de los votantes hacia los dos grandes partidos será la apelación al voto útil, dejando claro que solo ellos tienen capacidad para influir en las políticas que se lleven a cabo en los próximos años en una Europa que se juega su futuro, al pertenecer a las dos grandes familias que se alternan siempre en el poder en el Europarlamento.
El crecimiento que las encuestas otorgan a IU tendrá como víctima, en caso de consumarse, al PSOE, que pagaría así no solo la herencia de Zapatero, sino también la falta de combatividad con las políticas económicas de Rajoy que le achacan a Rubalcaba los votantes más a la izquierda. En el caso de UPyD, su fuerte incremento se haría, en teoría, a costa del PP, aunque en Génova aseguran que la formación de Rosa Díez también arañaría apoyos de votantes de izquierda insatisfechos con la falta de claridad del PSOE a la hora de enfrentarse al desafío soberanista catalán y la izquierda abertzale heredera de Batasuna en el País Vasco.