Cuatro de los cinco mineros heridos fueron dados de alta y regresaron ayer a sus casas. El que aún continúa en estado grave es Juan Manuel Menéndez, quien sigue en la unidad de cuidados intensivos y con ventilación mecánica. Eso sí, su evolución es favorable y ha recobrado la consciencia.
«Los compañeros, los compañeros, los compañeros». Roberto Crespo insiste una y otra vez en que si no es por los mineros que, como él, trabajaban en el pozo Emilio no habría salido con vida. Este picador de 38 años del barrio leonés de Puente Castro, aunque ahora vive en Villa de Soto, es uno de los heridos que hasta ayer permanecían en el Hospital de León después de que también se intoxicara con grisú. Según explica, él recibió la llamada de auxilio por el teléfono interno y rápidamente acudió. «Allí es así, da igual que te lleves mejor o peor con alguien, si necesitas ayuda te la van a dar», afirmaba ayer. Vio varios mineros en el suelo, él cogió a uno y lo sacó fuera. «Me desmayé cuando sacaba al segundo», resalta sobre lo poco que recuerda de aquel duro momento. Lo tuvieron que rescatar a él y una vez fuera recobró el sentido. La mañana de ayer fue especialmente dura. Roberto quería ir al funeral en Santa Lucía de Gordón. «No me dejaron. Basta que lo pidieras para que no quisieran que fuera», apunta. Los otros tres mineros heridos que ayer volvieron a su casa son el húngaro Arpi Ach, Amancio Viñayo y Javier Cabello.