Siempre nos quedará el príncipe

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Los príncipes, el pasado jueves, recibiendo al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el palacio del Pardo con motivo de la jornada de Naciones Unidas en Madrid sobre el hambre.
Los príncipes, el pasado jueves, recibiendo al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el palacio del Pardo con motivo de la jornada de Naciones Unidas en Madrid sobre el hambre. < / span>Efe< / span>

07 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Como aquel «siempre nos quedará Paris» de Humphrey Bogart en la mítica película Casablanca, la concatenación de incidentes en los últimos tiempos torno a la Casa Real sugiere una exclamación aliviada del tipo Siempre nos quedará el príncipe. Al fin y al cabo, es el único, junto con la princesa Letizia y la reina Sofía, al que no se le ha relacionado con ningún negocio extraño, cacería, exceso de cualquier tipo o cuenta bancaria oculta en el extranjero. El príncipe Felipe está llamado a protagonizar un delicado tránsito en la jefatura del Estado español en la peores circunstancias de desconfianza popular hacia las instituciones. Y no se lo pone fácil ni la familia.

De él conocemos su seriedad y alguna historia personal, suficientemente contrastada, como cuando se jugó su privilegiada posición, apostando a todo o nada, si los reyes no le permitían casarse con una periodista divorciada, la que venía a ser su tercera novia. Podemos dar fe de que don Felipe cuenta con gran preparación e impacta a quienes hablan con él, porque sabe -desde luego, más que la media de la clase política contemporánea-, sabe preguntar -lo que no es frecuente- y sabe escuchar, que ya es casi insólito en los niveles directivos de este país. De su prudencia y firmeza tuvimos noticia el pasado jueves cuando en la reunión con la cúpula de la judicatura en Barcelona salió airoso con su discurso reiterando su confianza en la Justicia en las peores circunstancias personales, solamente unas horas después de la imputación de su hermana la infanta Cristina. Claro que imputada no quiere decir culpable, aunque las más de las veces se traduzca así mediáticamente; pero también «esta situación, sin duda grave, es susceptible de empeorar», como diría Eugenio d?Ors. Ya se verá.

La imputación de doña Cristina se conoció a media mañana y por tanto de madrugada en América. «Me despertó a las cinco para avisarme la guardia de mi grupo editorial», explica la periodista Rossana Fuentes Berain, vicepresidenta de Expansión, el imperio de revistas que el magnate Ted Turner tiene en México. En los dos últimos años solo la habían despertado un par de veces. La última fue para comunicarle la muerte del mandatario venezolano Hugo Chaves. Esta anécdota da una gráfica medida de lo que importa en América lo que sucede aquí. Como ha dicho el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, estas noticias perjudican a la marca España. Sin duda, pero también el inacabable episodio en torno al extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas y los demás escándalos de corrupción que no terminan de juzgarse nunca.

Agenda en América

En América, esta semana casi no se celebrado reunión con españoles sin que mediase alusión al asunto y casi siempre una pregunta interesándose sobre la situación de futuro del príncipe Felipe, que goza en el continente de una excelente imagen. Su presencia habitual en los relevos presidenciales en cada país y otros viajes de importancia cultural y económica para los intereses españoles le han conferido una notable popularidad. Un alto funcionario de la Casa Real confirma que el príncipe ya suma cien viajes a América en estos años, casi el único espacio de actividad que le dejó su padre, en una agenda demasiado vacía, salvo las actividades relacionadas con las fundaciones de los principados de Asturias y de Gerona. Las frecuentes operaciones quirúrgicas del rey, paradójicamente, le han permitido una actividad más relevante. Entretanto, el espacio de la princesa también se ha ganado con bastante dificultad porque suponía el desplazamiento de las infantas Elena y Cristina. También en este caso, la denuncia de las dudosas actividades profesionales de Iñaki Urdangarin facilitó un mayor protagonismo de doña Letizia.

El futuro a medio plazo se dibuja incierto, aunque apasionante, y don Felipe juega y jugará un papel clave. Es la última carta de la Casa Real. «Él me hace dudar en mi republicanismo -confiesa un empresario español-, porque la posibilidad de un José María Aznar, o similares, como presidente de la tercera república, me estremece». Al tiempo.