Al capitán general de Ferrol lo pararon en Ordes para advertirle de la asonada

francisco varela FERROL / LA VOZ

ESPAÑA

23 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Miguel Romero Moreno era el capitán general de Ferrol (Zona Marítima del Cantábrico, del Miño al Bidasoa) cuando la asonada. Poco debía prever de lo que sucedería el 23-F porque el día anterior salió de viaje en su coche oficial, rumbo a Marín, donde pretendía llevar a cabo una inspección rutinaria. Pero algo raro ocurría, porque su coche oficial con banderín del almirantazgo llevaba la radio averiada (¿un sabotaje?) y, por ello, dos guardias civiles le salieron al paso en plena carretera nacional (ni había AP-9 ni móviles) para decirle que su secretaria, la eficiente María de los Ángeles, los llamó para que le dijesen a él que le devolviese la llamada. Ella lo puso al corriente y el dio media vuelta y se incorporó a su puesto en Ferrol.

No se había equivocado Gutiérrez Mellado cuando lo aupó a esta capitanía, tras la destitución del berroqueño almirante De la Guardia y Oya, famoso por sus arengas incendiarias en los prolegómenos del golpe. Mellado lo relevó aprovechando que se había fugado de Ferrol el buque Rainbow Warrior de Greenpeace, retenido por entorpecer la caza de ballenas y al que la Armada no fue capaz de darle alcance en su huida.

Su hijo lo protegió

Su hijo Miguel Romero era entonces un «capitancillo» -dice él mismo- del Tercio Norte (Infantería de Marina) y regresaba de Doniños de unos ejercicios de tiro con una compañía de soldados. Ahora, ya coronel retirado, Miguel recuerda que se puso a disposición del segundo de Capitanía que le ordenó rodear el edificio con sus infantes formando una línea de protección. También debió proteger los centros de transmisiones.

La mañana siguiente

«Al día siguiente -comenta Miguel- fui a ver a mi padre por primera vez desde el suceso. Me dijo que esperaba que fuese el último intento golpista de nuestra triste historia». El almirante estaba contento: ninguna unidad bajo su mando dio que hablar. Había cumplido su misión antigolpista.

Curiosamente al almirante Romero Moreno lo recordamos los periodistas de entonces como serio y adusto. Como contrapunto a los locuaces progolpistas. Su hijo subraya que su brillante carrera conllevó numerosos destinos en el extranjero, donde vio que los militares en los países democráticos eran bastante diferentes a los de la España de Franco. Menos activistas y más profesionales. Lo dijo el almirante en su toma de posesión en Ferrol: «El oficial de guardia entrante en la mar no habla, se entera de las condiciones de la guardia y la monta con arreglo a las ordenanzas y órdenes recibidas».

Hervidero golpista

Pero lo cierto es que la plaza de Ferrol, en los meses que precedieron a la intentona (el almirante Romero llegó menos de dos meses antes del 23-F), era un hervidero golpista en el que se movían militares, policías y civiles de toda clase, desde periodistas a empresarios. Enfrente, un movimiento obrero organizado y con todos los concellos de Ferrol y comarca dominados por la izquierda.

Romero hijo cuenta que, tras la intentona, su padre, con la misma sutileza pero con la mano de hierro con que actuó entonces, acabó con los habituales desplantes de mandos militares a las legítimas autoridades civiles, personificadas en el alcalde Jaime Quintanilla, desacreditado por los ultras. El regidor comenzó a verse en ceremonias castrenses y las esposas de ambos actuaron también diplomáticamente en celebraciones y actos oficiales. Otros generales ferrolanos fueron decisivos en Madrid: Gabeiras, Martínez Pose y Quintana Lacaci. Es el reverso al golpe de Estado del ferrolano Franco en 1936.

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