En la que puede acabar siendo una de las mayores tramas de corrupción política de la democracia, los papeles estaban perfectamente repartidos. Francisco Correa, Don Vito, según el apelativo con el que él mismo se bautizó, era el líder y quien daba la cara. El hombre echado para adelante, fanfarrón, procaz y escaso de estudios, aunque dotado para las relaciones públicas y para detectar las debilidades humanas de los políticos, entraba en todos los despachos.
Pero inmediatamente detrás de él estaba Pablo Crespo, un hombre de personalidad opuesta a la de Don Vito, que era quien diseñaba la compleja maraña empresarial que permitía no solo ingresar millonarias comisiones opacas para la Administración, sino también esconder el botín en España y en el extranjero. Aunque a Crespo le gusta el lujo y la buena vida tanto como a Correa -así lo demuestran los numerosos objetos valiosos incautados en sus posesiones- prefería disfrutarlo con discreción y junto a su familia, en lugar de con la impúdica exhibición de riqueza del hombre al que ahora traiciona para acortar su estancia en prisión.
Si Don Vito llegó al cénit de su existencia al ser testigo de honor de la boda de la hija de Aznar en El Escorial tras comenzar de botones en un hotel, Crespo llegó a codearse con los millonarios tras corromperse en el ejercicio de la política, a la que llegó de la mano de su padre, Manuel Crespo Alfaya, un político honrado que fue colaborador de Pío Cabanillas, de Fraga y que llegó a jefe de gabinete de Rajoy cuando era vicepresidente de la Xunta. Fue secretario de Organización del PPdeG y tuvo enorme poder en esta fuerza política dado el desapego de Fraga respecto a las cuestiones administrativas del partido. En ese puesto conoció a Correa, al que abrió las puertas del partido para recibir numerosos contratos. Tras caer en desgracia en el PPdeG junto a Xosé Cuíña, Correa lo integró en su organización, desde la que siguió haciendo uso de sus contactos en el PP y aprovechando sus conocimientos contables para ponerlos al servicio de la trama corrupta.