Un presidente para asuntos difíciles

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

04 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Siempre estuvo ahí junto a Adolfo Suárez en el núcleo duro del poder de la UCD, incluso antes de que se inventaran esas siglas. Sonaban como sucesores otros, Martín Villa , Abril Martorell , y después Joaquín Garrigues Walker . Pero cuando hubo que sustituir a Suárez, desgastado ante militares, empresarios, obispos y el régimen que desembocaba del franquismo, por haber impulsado una transición plena a la democracia, Calvo-Sotelo apareció como el personaje ideal: discreto, conservador, de buena familia, culto, emparentado con el gran empresariado de este país y eficaz. Sobre todo, eficaz.

En aquellos años de relativa ingenuidad política con la izquierda opuesta a la OTAN y el propio Suárez flirteando con los no alineados -Yugoslavia, India, Cuba, etcétera-, a Calvo-Sotelo le tocó meter a España en la OTAN y lo hizo sin complejos. Aprovechó el clima de desasosiego que creó el intento de golpe de Estado para consumar la entrada de España en la Alianza que tanto debate político había generado. Tocaba estar ahí si se quería entrar en Europa y solo a Irlanda se le permitió ser comunitaria pero no atlantista. «No comparemos la situación geoestratégica de España con Irlanda», reconocería Felipe González cuando se jugó su carrera política en un referendo para mantener a España en la Alianza.

Meses durísimos

Calvo-Sotelo aguantó solo veintidós meses en la Presidencia, algunos durísimos mientras se juzgaba por la intentona golpista a generales y jefes encausados por el 23-F. Pero se tragó las tensiones militares sin inmutarse. Personajes como el ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol lo reivindican: «Cierto que Suárez fue extraordinario conduciendo la transición y González en su tarea de modernizar España, pero no se ha hecho justicia con Calvo-Sotelo, que fue un buen presidente del Gobierno».

Solo hubo un capítulo en el que jamás destacó: la popularidad. Sus propios colaboradores hasta bromeaban: «La encuestas le dan negativo, así que ni se las enseñamos». Se alarmó, como toda la UCD, cuando el 30 de julio del 82 Suárez presentó el Centro Democrático y Social provocando el pánico. La prueba es que, al mes siguiente, Calvo-Sotelo convocó elecciones anticipadas para el 28 de octubre. Los socialistas las ganaron por 202 diputados, frente a doce de UCD, dos del CDS y más de cien de Alianza Popular. Fraga pasó a convertirse en el líder de la oposición ante el doble naufragio centrista.

«Fuera de la excepción maravillosa que fue Suárez, Calvo-Sotelo fue el primer presidente en España del corte de una democracia occidental -sostiene el presidente de ONO, Eugenio Galdón , que fue su jefe de gabinete en Moncloa-, en el sentido de mantener la supremacía del poder civil sobre el militar». Galdón almorzó con él y Matías Rodríguez Inciarte hace solo 20 días y tenía previsto reunirse de nuevo en un par de semanas.

Poseedor de un gran sentido del humor casi secreto, a Calvo-Sotelo se le atribuyó en algún artículo una cierta fama de gafe que arrancaba de su época empresarial cuando, siendo consejero delegado de Unión de Explosivos Riotinto, la compañía suspendió pagos. Abonó la leyenda el que Tejero y los guardias civiles golpistas entraran a tiros en el hemiciclo justo cuando se estaba votando su investidura como presidente. Y el episodio del hundimiento electoral de UCD el 28 de octubre de 1982 lo sentenció. Leopoldo, presidente del Gobierno, iba de número dos por Madrid, tras Landelino Lavilla, que encabezaba las listas, y no salió elegido. Hubo que llevarse a Lavilla a la presidencia del Consejo de Estado para que Calvo-Sotelo, semanas después, accediera a un escaño.

Fama de gafe

Años después, en un vuelo de Madrid a Buenos Aires un conselleiro que cree en los gafes advirtió a Fraga que tendrían mal vuelo porque Calvo-Sotelo estaba a bordo. Parece que Fraga incluso se molestó, pero cuando aterrizaron de emergencia en Córdoba por un tormentón sobre el Río de la Plata, concedió: «Va a tener usted razón, Varela».