Crónica | Un año después del suicidio de Leganés Hoy se cumple el primer aniversario del suicidio del núcleo duro del comando que perpetró el 11-M. Una operación policial realizada sin errores pero que salió mal
02 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Los geos todavía maldicen aquel día. El sábado 3 de abril de 2004 perdieron por primera vez a un compañero en acto de servicio. Un año después, los analistas han recordado mil veces lo ocurrido y siguen sin ver errores en la operación. Su conclusión es que la suerte no estuvo de su lado y «todo lo que podía salir mal, salió mal». Además de llevarse la vida de Francisco Javier Torronteras, la exp losión de Leganés en la que se suicidaron siete de los terroristas del 11-M retrasó y dificultó una investigación complejísima al destruirse multitud de pruebas y, sobre todo, frustró el interrogatorio al núcleo de la célula terrorista. Fue un día frenético. Los agentes de los servicios de Información habían pinchado varios teléfonos móviles. A través del cruce de llamadas habían llegado al número 654658495, un teléfono que era del terrorista todavía huido Mohamed Belhadj. Por la mañana, ese terminal recibió una llamada desde la inmobiliaria Geinsa de Leganés. Los agentes se desplazaron a la sede de la empresa. El administrador desveló que había alquilado un piso a Belhadj. Todo casaba. Las antenas de esa localidad ya habían captado varios móviles investigados. A las 16.00 horas, una veintena de agentes de paisano fueron enviados a la zona para verificar que los integristas ocupaban el piso y evitar fugas. Un policía fingió equivocarse y llamó al interfono para pedir unas herramientas. Un hombre, con acento árabe, respondió a la llamada. El recadero de la célula, Abdelmajid Bouchar, bajó en torno a las 16.30 a tirar la basura y cuando pisaba el portal sonó el walkie talkie de un policía camuflado. Los agentes intentaron detenerlo. Bouchar, corredor de medio fondo con participación en varias pruebas, se fugó. Sin agentes disponibles El prófugo alertó a los de la casa con una llamada. Pasadas las 17.00, uno de ellos se asomó a la ventana y empezó a disparar con una ametralladora. El número dos de la Policía, Pedro Díaz Pintado, ordenó a las 17.30 la intervención de los geos. En la sede de los grupos de asalto en Guadalajara apenas había nadie. Una parte estaba en Andalucía en un secuestro, otro grupo buscaba la célula del 11-M y el resto disfrutaba las vacaciones de Semana Santa. Aún así, el comisario logró reunir 14 policías, 15 con él. A las 19.00, los policías llegaron a Leganés y vieron la situación enquistada. Dos centenares de agentes respondían a las ráfagas de ametralladora. Los terroristas habían arrancado las cortinas blancas y se había envuelto en ellas, gritaban versículos del Corán y amenazaban con volar el edificio. Los geos calcularon que había cuatro terroristas y con explosivos. Durante hora y media, los agentes estudiaron los planos de la casa. Unos minutos después de las 20.30, y ante la evidencia de que no había forma siquiera de hablar con los atrincherados, Díaz Pintado ordenó intervenir. Diferentes fuentes aseguran que el número dos de la Policía nunca dio instrucciones para entrar en la vivienda. El plan era acercarse al piso para capturar a los terroristas, pero nunca asaltar la casa porque era muy posible que se suicidaran con los explosivos. Los 15 geos entraron al inmueble por el garaje. En el bloque no quedaban vecinos. Minutos antes de las 21.00, los policías reventaron la puerta del piso. Los terroristas, apiñados en torno a los explosivos y algunos vestidos con chalecos y cinturones-bomba, respondieron con una lluvia de balas. Los disparos no inquietaron a los asaltantes porque estaban fuera de su ángulo de tiro. Los policías pidieron negociar y los integristas, sin dejar de apretar el gatillo, gritaron en castellano «¡Entrad mamones, entrad!». En ese momento, el jefe de grupo dio la orden de lanzar los botes de humo para forzar la salida de los islamistas. Javier Torronteras se puso a la vanguardia del contingente escudo en ristre. Apenas trascurrieron tres minutosdesde la voladura de la puerta, cuando un terrorista gritó: «¡Esperad que os mandamos un emisario!». Algunos 'geos' creen recordar haber oído a Torronteras gritar: «¡Alto, quieto ahí!» A las 21.03, todo saltó por los aires. Un objeto seccionó su femoral. Los demás agentes fueron lanzados varios metros atrás y quedaron sepultados bajo los escombros.