Siete agentes locales, tres nacionales y un fotógrafo heridos tras 45 minutos de cargas, gases y pelotazos
22 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.Una manifestación «no autorizada» de los policías municipales madrileños frente al ayuntamiento de la ciudad terminó ayer en una auténtica batalla campal entre los agentes locales y los antidisturbios de la Policía Nacional. La contundencia de la respuesta policial ante la negativa de los concentrados a disolverse provocó 45 minutos de cargas, pelotazos y lanzamiento de botes lacrimógenos, que dejaron un reguero de una decena de heridos en ambos bandos. El despliegue policial en la Plaza de la Villa, donde se ubica el consistorio madrileño, comenzó a las diez de la mañana. El delegado del Gobierno, Francisco Javier Ansuátegui, había dado órdenes tajantes a los antidisturbios de la policía de que los centenares de municipales que participaban en la manifestación para protestar contra la reorganización del cuerpo no accedieran siquiera a la plaza del Ayuntamiento. En el interior del edificio en esos momentos tenía lugar un pleno. A las 11, los manifestantes convocados por todos los sindicatos se agolpaban en las inmediaciones de la Plaza Mayor y de la Catedral de la Almundena, en pleno centro histórico de Madrid. Fue entonces cuando desde la Delegación del Gobierno llegó la orden de desalojar la calzada de la Calle Mayor, ya que la concentración ilegal estaba provocando graves problemas de tráfico. Los ánimos se caldearon. Pese a los gritos, insultos, abucheos y forcejeos, los antidisturbios trataron de convencer a sus compañeros de que se dispersaran. En un principio, los policías de la UIP ¿no más de 40 agentes¿ lanzaron botes de humo sin obtener resultado. Tampoco con los gases lacrimógenos pudieron desalojar la calzada, por lo que dispararon pelotas de goma. En un momento dado ¿según diversas fuentes de ambas policías¿ el jefe de dispositivo de la UIP golpeó con su defensa de goma (una porra) en la cabeza a uno de los manifestantes, provocándole un reguero de sangre. Un suceso que recrudeció las actitudes de ambos agentes.