«No quito ni pongo rey...»

ESCUELA

Esta es la propuesta de imagen del momento que nos ha hecho Nano Banana, el generador de imágenes de la IA de Google (Gemini). En una posada castellana de mediados del siglo XIV, Pedro y Enrique se enfrentan en una lucha en la que la intervención de Bertrand decantó la victoria para Enrique, lo que supuso la llegada del apellido Trastámara (un condado gallego) a la Corona castellana.
Esta es la propuesta de imagen del momento que nos ha hecho Nano Banana, el generador de imágenes de la IA de Google (Gemini). En una posada castellana de mediados del siglo XIV, Pedro y Enrique se enfrentan en una lucha en la que la intervención de Bertrand decantó la victoria para Enrique, lo que supuso la llegada del apellido Trastámara (un condado gallego) a la Corona castellana. Nano Banana (Gemini)

Un noble francés dijo la frase mientras agarraba al monarca de Castilla para que su rival lo matase

09 dic 2025 . Actualizado a las 20:15 h.

Si lees la lista de reyes que ha habido en España (ya sea en Galicia, Castilla, León, Navarra o Aragón, o después, cuando se unificó la Corona) podrías creer que eran señores (las mujeres fueron contadas) que nacían hijos de rey, gobernaban y se morían de viejos dejando a su heredero en el trono. Pero nada más lejos de la realidad. A la mínima inestabilidad, varios aspirantes luchaban a muerte por el puesto, y solo la astucia, valentía y suerte decidían quién iba a ocupar el trono.

Vamos a ver un ejemplo que bien valdría para una serie de Netflix: el rey Alfonso XI de Castilla muere de peste negra en 1350 y hereda el trono Pedro, su hijo oficial, el que tuvo con su esposa, la reina María de Portugal. Pero Pedro no es el único descendiente del rey: también está Enrique, hijo del monarca y de Leonor de Guzmán, una poderosa noble andaluza que acompañó media vida al rey (fueron amantes desde que ambos tenían 17 años hasta la muerte de Alfonso, con 41), y que fue su consejera, selló alianzas y estrategias para el rey y le dio nueve hijos y una hija.

Pedro I se corona como rey y su medio-hermano Enrique pacta con él que deje en paz a su madre, Leonor. Pedro le dijo que sí, pero este rey, que pasó a la historia como Pedro I el Cruel, incumplió el acuerdo, y en cuanto pudo, mandó apresar a Leonor de Guzmán. Un año más tarde ella moría en la cárcel y los ojos se volvieron a la madre del rey, María de Portugal. No queda claro quién fue responsable de aquello, pero parece poco probable una venganza por celos: las mujeres poderosas han pasado a la historia muchas veces como amantes llenas de pasión, pero alguien que llega tan alto no suele dejarse llevar por las pasiones, sino que suelen demostrar cálculo e inteligencia. Además, familias legítimas e ilegítimas convivían con normalidad en esa época. De hecho, María de Portugal siempre protegió a la única hija de Leonor (Juana). Así que la muerte de la de Guzmán tal vez se debía sobre todo a que con su poder y posición ponía en riesgo el futuro de Pedro I.

Enrique quiere vengar a su madre y, a la vez, no nos engañemos, que busca la Corona de Castilla. Así que convierte el pleito familiar (qué hijo se queda la herencia) en una verdadera guerra civil, la primera que se da en suelo castellano. Enrique cuenta con el apoyo de los nobles y Pedro, con el poder de ser rey oficial y con la aceptación del pueblo llano (las ciudades, vamos). En el exterior, los franceses apoyan a Enrique y los ingleses, a Pedro.

Tras mil batallas, treguas, rebeliones y huidas, en 1369 se enfrentan ambos en la batalla de Montiel (Ciudad Real). Han pasado 19 años de la muerte de Alfonso XI y de guerra civil. Pedro I, abandonado por los ingleses al no pagarles lo que querían porque la guerra lo ha arruinado, está en el castillo de esa localidad, y Enrique lo asedia.

Como siempre en la historia, todo vale, lo importante es ganar. Así que Pedro I intenta que Bertrand du Guesclin, un noble francés que acompaña a Enrique, lo traicione a cambio de tierras y dinero. Ambos (Bertrand y Pedro) quedan en verse en una posada, pero cuando Pedro llega, se encuentra que también está su medio hermano y odiado rival, Enrique. Ya os imaginaréis, los hermanos comienzan a pelear con toda la rabia del mundo (se juegan ser rey de Castilla, nada menos), y en un momento determinado, Bertrand agarra a Pedro de una pierna y así Enrique le puede clavar la espada y matarlo.

La leyenda dice que en ese momento Bertrand dice la frase famosa: «No quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». Es decir, él no decide quién va a ser rey, pero sí hace todo lo posible para que gane Enrique. Para algunos es el ejemplo de la lealtad; para otros, un cínico (es decir, que actúa con falsedad descarada). ¿A ti qué te parece?

La cuestión es que 700 años después, esta expresión viene a decir algo así como «a mí personalmente no me importa quién gane esta disputa, pero me siento obligado a ayudar a tal persona». Te pongo un ejemplo: tu amiga se presenta a delegada de clase, y aunque a ti no te importe realmente quién gane la elección, la apoyas por ser tu amiga y harás todo lo que puedas para que consiga el puesto. ¡Sin sangre, claro!

Por cierto, esta historia tiene una vertiente gallega: este Enrique del que hablo es Enrique de Trastámara. El rey Alfonso XI quería que sus hijos ilegítimos tuviesen consideración de nobles y le otorgó este condado, un título importante y con muchas rentas, a Enrique. ¿Y sabes qué significa Trastámara? Pues «más allá del río Tambre», que como sabrás es un río que nace en Sobrado dos Monxes y desemboca en el límite de Outes-Noia. Es decir, es un condado gallego. Y con Enrique II llegó a la Corona de Castilla: de hecho, de esta familia son Isabel y Fernando, los archiconocidos Reyes Católicos (porque ambos eran tataranietos de Enrique). Pero esa es otra historia...