Vivir con angustia ciertos temores cotidianos dificulta la adaptación social
31 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Hoy en día los niños tienen una protección exagerada por parte de sus padres, lo que los convierte en seres vulnerables. Porque los miedos se aprenden. Pero la valentía para enfrentarse a ellos, también», asegura el filósofo y escritor José Antonio Marina.
Los miedos, los reales y también los imaginados, forman parte del desarrollo evolutivo normal de cualquier persona: son mecanismos psicológicos que nos ponen en alerta, nos protegen de los peligros del entorno y nos ayudan a hacer frente a los nuevos retos que se nos presentan. Pero los temores a los que se refiere Marina son esos que se han convertido en patológicos porque se mantienen en el tiempo y sus síntomas son tan intensos que interfieren en la vida personal, académica, profesional o social del que lo sufre. Meter en una burbuja a los niños, es decir, hiperprotegerlos, lejos de facilitar su superación puede llegar a exacerbar sus síntomas:
- Psicológicos: pensamientos negativos («yo solo no soy capaz de hacerlo», «voy a fracasar»…), preocupación excesiva, irritabilidad, lloros, angustia.
- Conductuales: evitación de situaciones problemáticas, como por ejemplo no asistir a un examen por temor a fracasar o meterse en la cama de los padres por miedo a la oscuridad.
- Fisiológicos: aceleración del latido cardíaco, sequedad de boca, sudoración, molestias gástricas, dolor de cabeza, mareos, insomnio.
LOS MIEDOS MÁS FRECUENTES
Los miedos más comunes, los que forman parte del desarrollo evolutivo de cualquier persona, son:
- Ante los estímulos nuevos o a las personas desconocidas (0-12 meses).
- A los animales, a separarse de las figuras de apego (2-4 años).
- A la oscuridad, a las catástrofes y a los seres imaginarios, a la muerte (4-6 años).
- A los daños físicos, al ridículo (6-9 años).
- Miedo a los incendios, a los accidentes, a las enfermedades y a los conflictos con los mayores. Miedo e inseguridad en la relación con los demás (9-12 años).
- Miedos relacionados con la autoestima, el rendimiento académico y las relaciones interpersonales (12-18 años).
En cuanto a las causas que generan estos miedos, además de la predisposición individual, hay que buscarlas en:
1 Los patrones familiares. Los padres inseguros, temerosos o con problemas de ansiedad ofrecen un modelo a sus hijos por el que estos aprenden a reaccionar de la misma forma. También la hiperprotección debilita la capacidad de enfrentarse a los problemas.
2 Las experiencias previas. Por ejemplo, un niño que padece asma puede tener miedo a no poder respirar. Un estudiante que se sintió avergonzado en público cuando tuvo que leer ante toda la clase va a intentar evitar por todos los medios verse en esa misma situación.
3 El visionado de imágenes, películas, contenidos de Internet o juegos inapropiados también puede resultar impactante si la madurez del niño no es la adecuada. Este perjuicio es mayor cuando el niño ha estado solo, sin un adulto a su lado que le explicara que se trataba de un contenido ficticio o exagerado.
4 Los mensajes verbales directos del tipo «si te comportas así no te va a querer nadie» o «si no te duermes vendrá el hombre del saco» también pueden estar en la base de determinados temores irracionales. Al igual que las advertencias continuadas del tipo «si no te da la nota, no vas a entrar en Medicina».
Cinco claves
1 Ante los temores injustificados, la primera regla es enfocar la situación con tranquilidad, sin mostrarnos excesivamente preocupados, ya que podríamos provocar un aumento de la angustia. Además, un exceso de atención puede reforzar esta conducta. Una actitud de serenidad y diálogo es la adecuada.
2 No ridiculizar los temores del niño, por irracionales que sean. Tampoco enfadarnos y mucho menos castigar (puede que sus miedos sean imaginarios, pero su malestar es real). En vez de eso, hay que transmitirle comprensión y disposición a ayudarlo para superar la situación.
3 Evitar la sobreprotección: si tiene miedo a los perros, no puede ser que lo cojas en brazos o «lo defiendas» poniéndote delante de él cuando aparezca el perro del vecino. Esta forma de actuar solo aumentará su fobia.
4 La solución a los miedos no es evitarlos, sino enfrentarse a ellos. Pero este proceso debe hacerse con calma, de forma gradual, no exponiéndolo de forma brusca al estímulo que lo motiva. Lo mejor es utilizar el juego y la imaginación. Por ejemplo, si tiene miedo a seres imaginarios, como monstruos y brujas, podemos decirle que los dibuje en un papel para después reírnos del personaje añadiéndole elementos cómicos y ridículos. Finalmente se puede romper el dibujo de forma simbólica. Si tiene miedo a los perros, se le puede leer cuentos en el que los protagonistas sean ellos o bien llevarlo a visitar unos cachorros. Poco a poco podrá ir acercándose a perros adultos.
5 Practicar una técnica de relajación o de respiración puede ser también de gran ayuda. En el caso de que la fobia no mejore, o vaya a peor, hay que valorar la conveniencia de acudir a un profesional.
escuela de padres
? TEMA DEL MES: La adaptación a las diferentes etapas educativas.
? ETAPA: Todas.
? LA FRASE: «Uno de los grandes miedos de los adolescentes es el pánico a fallar. Estamos formando hijos frágiles, una generación blandita. Pero tenemos que enseñarles a equivocarse» (Eva Millet).
? COMPORTAMIENTOS QUE EVITAR: Reírse de sus miedos, por irracionales que sean.
? ALGUNAS CLAVES: Escuchar sus temores y animarle a enfrentarse a ellos poco a poco.
? PARA SABER MÁS: «Anatomía del miedo», José Antonio Marina. Editorial Anagrama.