23 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Uu partido necesita de un líder de la misma forma que el líder requiere de la organización. Y cada uno debe estar al servicio del otro. Los problemas surgen con los desacoples y cuando, como ocurre a menudo, los egos, y la lucha de egos, eclipsan la verdadera misión del líder y del partido. Algo de todo esto ha ocurrido en los últimos tiempos en el PSOE. Y amenaza con recrudecerse en el momento más crítico, para el partido y para España, cuando toca decidir los pactos. Los socialistas han pagado en las urnas tanto sus casos de corrupción como la traición a sus principios y la indefinición de sus propuestas. Desde hace años, navega en la ambigüedad permanente fruto de la desorientación ideológica general de la socialdemocracia clásica. Pero en momentos como el actual, de fuerte polarización, triunfa lo más rotundo, simple y fácil de identificar, aunque a menudo no sea lo más apropiado. Eso puede llevar a la frustración y esta, a tomar atajos que acaban en el precipicio. El PSOE necesita renovar ideas, mensajes y estrategias, pero sobre todo repensarse y readaptarse para responder a las necesidades del siglo XXI. Ese es su desafío fundamental, del que depende su futuro. Los líderes son seres humanos y a veces sienten la tentación de pensar más en su situación personal que en la de la organización. Y eso sirve tanto para Pedro Sánchez como para Susana Díaz. Pero es en las situaciones realmente difíciles, en las encrucijadas como en la que se halla el PSOE, donde se pone a prueba a los líderes.