Qué ha pasado, qué va a pasar y por qué

ELECCIONES 2016

Ninguno de los dos bloques que a priori se configuraron en el imaginario colectivo suman para gobernar. Ni PP con Ciudadanos ni PSOE con Podemos. Y todas las demás cábalas convierten en tarea imposible llegar a los 176 diputados que permitan investir a un presidente en la primera votación. Cinco claves explican lo ocurrido

21 dic 2015 . Actualizado a las 14:59 h.

Ninguno de los dos bloques que a priori se configuraron en el imaginario colectivo suman para gobernar. Ni PP con Ciudadanos ni PSOE con Podemos. Y todas las demás cábalas convierten en tarea imposible llegar a los 176 diputados que permitan investir a un presidente en la primera votación. Serían clave los 17 diputados que han sumado ERC y CiU, pero ese apoyo es criptonita para quien quiera llegar a la Moncloa y mantenerse. Otra alternativa, quizás la más factible, es que en segunda vuelta Podemos vote a favor, Ciudadanos se abstenga y Sánchez sea presidente. Pero parece un ejercicio de política ficción complejo. No es probable que Rivera, un político de 36 años que quiere ser presidente antes o después, apoye una solución que ponga a Podemos en el poder.

En muchas democracias europeas, más acostumbradas a un resultado así, a lo ocurrido en estas elecciones se le denomina hung parliament. Es decir, un parlamento ahorcado por los electores, cansados y divididos después de una crisis económica, política y moral devastadora. 

El único bloque que suma sería una «gran coalición» a la alemana, pero a largo plazo podría tener unos costes altísimos para ambos: en Grecia ya le ha dado dos mayorías posteriores a Syriza. 

En todo caso, el nuevo inquilino de La Moncloa será un trabajador en precario, con contrato basura, y que probablemente no durará los cuatro años firmados. Se abre un escenario inédito, al menos en la democracia española reciente. 

Cinco claves permiten explicar por qué se ha llegado a este escenario:

1) La última victoria de este PP, tal y como lo conocemos.

En noviembre del 2004, justo al día siguiente de que Bush le ganara a Kerry sus segundas elecciones presidenciales, un articulista del New York Times publicó un análisis al que puso un título valiente: «Estas serán las últimas elecciones que gana el Partido Republicano en la historia». En aquel momento pareció una locura y, aunque el pronóstico sigue siendo muy arriesgado y algún día es probable que sea desmentido por la realidad, de momento, casi 12 años después, el tiempo le está dando la razón. Y parece que se la seguirá dando durante algunos años más, puesto que los republicanos están más lejos que nunca de regresar a la Casa Blanca.  La razón, ya advertía entonces el analista del Times, es puramente aritmética. La América del 2004 era en aquel momento, por muy poco, más republicana que cualquier otra cosa. Pero nunca más lo iba a ser, porque los colectivos agraviados históricamente por el Partido Republicano (mexicanos, afroamericanos,...) pronto iban a ser más. De modo que, o los republicanos se reinventan (y en ello están con Marco Rubio, aunque las bases de la América blanca que tiene un rifle en cada casa prefieran a Trump) o si siguen siendo lo mismo no volverán a gobernar. 

Admitamos que el símil está cogido con pinzas, pero hay elementos de polarización en la sociedad española que recuerdan a EE UU. El último CIS, la encuesta con más presupuesto y que por tanto más puede bajar al detalle, pronosticó que en el colectivo de 18 a 65 años el PP quedaría como cuarta fuerza política. A partir de mañana empezaremos a ver datos que confirmen o desmientan ese pronóstico, pero el resultado, con más de sesenta diputados populares en la cola del paro, parece indicar que así ha sido.

¿Quiere decir esto que estas son las últimas elecciones que gana el PP? Seguro que no. Pero sí este PP. Porque hablamos de un partido que desde hace tiempo se ha encastillado en unas políticas, un  modelo de sociedad e incluso una dialéctica que aritméticamente lo convierten en un yogur con fecha de caducidad.  En esta batalla entre lo nuevo y lo viejo, Rajoy se ha recluido en su fortín del dominó, Bertín Osborne y Pepe un purito. Y esto se ha agravado en esta última campaña: «Yo con estos señores no tengo por qué hablar. Esto ha sido es así de toda la vida. En todos los partidos hay chorizos, y en el suyo más. El Senado y las Diputaciones son muy importantes ¿Qué pretende hacer usted con la educación? Pues mire usted, mandar a los niños al colegio, aunque en el informe PISA estemos, utilizando terminología conocida, en descenso directo».

Con esa política y con esa dialéctica, de partida de dominó en casino de capital de provincia, al PP le ha dado para ganar y probablemente gobernará. Pero la aritmética dice que tendrá que reinventarse si quiere seguir siendo el partido alfa de la política española.

2) El PSOE resiste, pero tiene por delante un escenario diabólico

Pedro Sánchez lo tenía imposible. Y no le ha ido mal del todo, pese a una campaña desastrosa y a un escenario hostil. Arrastraba los mismos vicios que el PP: un partido tradicional, podrido de corrupción. Y durante la campaña fue perdiendo la guerra en todos los frentes: ha hecho cero autocrítica y los argumentos con los que ha pretendido desmarcarse de sus rivales no han calado, porque siempre hay alguien que ofrecía más o mejor. Si reivindicaba los logros zapateristas, le recordaban la catástrofe económica. Si quería ser audaz y comerle terreno a Podemos, para eso ya está Podemos. Y si quería hablar de estabilidad y sentido de Estado, para eso ya está el PP.

La enfermedad comparte algunos de los diagnósticos con el PP: si no renace de sus cenizas continuará el camino que hace años emprendió el Pasok en Grecia, es decir, el de la marginalidad. El escenario no le ayuda: tendría que intentar un pacto multi-partito y es de prever que tendrá que dejar gobernar al PP. Ambos escenarios son diabólicos.

3) El asalto a los cielos tendrá que esperar

La crisis no se ha superado. O peor aún, una parte muy relevante de la sociedad, joven, urbana y bien formada, considera que en la recuperación económica que dibuja la evolución del PIB han sido dejados atrás. La barca ya no está varada en la orilla, pero ha zarpado sin buena parte de los que se bajaron a empujar. Pablo Iglesias no ha logrado asaltar los cielos, pero definitivamente ha reventado el tablero político español, tras dos avisos en las europeas y las municipales. Hay un montón de gente en España que no tiene miedo de que el sistema salte por los aires, porque ya no están en el sistema. Y nadie hasta ahora ha hecho nada para recuperarlos. Hay otra parte de voto podemita que probablemente tienen miedo de que Pablo Iglesias sea presidente del Gobierno. Pero les ha dado igual. Ha primado el voto de castigo, aunque las promesas de Podemos sean, en el análisis más benigno, tan poco creíbles como las de Syriza. «La remontada» ha sido, tras «la casta» y «las puertas giratorias», el último éxito del laboratorio de ideas-fuerza de Errejón.

4) Ciudadanos: de la teoría a la práctica...

Partía con el candidato mejor valorado en todas las encuestas. Además, Rivera se había rodeado de gente de muchísimo nivel académico y gran prestigio internacional. Pero se ha demostrado que hay un trecho entre la teoría y la práctica, que la lección magistral de Harvard y el paper de escuela de negocios están lejos de la calle. Ciudadanos se presentó con el programa más rompedor en educación, relaciones laborales. Pero no consiguió que se debatiera. Era el único partido que le preguntaba al votante cómo quiere que sea España dentro de 30 años, pero ese programa ha llegado al gran público hecho añicos: nos quedamos con que quieren rodar Juego de Tronos en la Garita de Herbeira y bajarle el IVA a la Orquesta Panorama. ¿La razón? Sacaron muy deficiente en la asignatura de la política. Mientras Podemos ha demostrado una capacidad brutal de penetrar en el tejido social de las ciudades, Ciudadanos ha ido configurando las listas provinciales con un folio en el tablón de anuncios en el que se anotaba la gente por orden de llegada.

5) La campaña electoral gallega empieza esta noche

El BNG no hizo una mala campaña. Por primera vez en mucho tiempo presentaba una cara amable, un discurso en positivo, pero el pecado capital de la UPG estaba sin purgar. El gran batacazo no es solo quedarse fuera de las Cortes por primera vez en veinte años, sino que el gran sueño del nacionalismo, tener grupo propio en Madrid, lo ha conseguido la Marea, precisamente la amalgama que se gestó en su seno.

El éxito de AGE primero y la Marea después (precisamente el laboratorio en el que germinó Podemos) es el símbolo del fracaso del Bloque, pero también del PsdG. Enfangado en luchas internas, y las que quedan por venir, los socialistas gallegos  vuelven al tercer puesto del pódium por primera vez desde 1997. La izquierda gallega había tirado la toalla frente al PPdG, pero en octubre habrá partido. La campaña de las autonómicas ha comenzado esta noche. Si en el panorama español el tablero ha saltado por los aires, en Galicia, a diez meses de las elecciones y sin que sepamos quién va a ser el candidato de ningún partido, el tablero se ha volatilizado.