El PSOE está demostrando que el fracaso es un pozo sin fondo en el que siempre se puede caer aún más bajo. El partido que contribuyó decisivamente a la modernización de España es hoy lo más parecido a un reino de Taifas. Un partido al que hace años que no se le conoce una propuesta original ni un programa coherente. Hasta el punto de que acudieron a la cita del 20D con un clon de lo que ya había fracasado en las urnas cuatro años antes. Y, claro, nuevo batacazo. Pese a ello, el hundimiento del PP les ofreció una pequeña oportunidad. Tan inesperada que han sido incapaces de asimilarla y se han lanzado a la yugular del secretario general por si se le ocurría algo tan peregrino como intentar formar gobierno. Y, además, con la izquierda. Tan bajo ha caído el PSOE. Pedro Sánchez, que ha ido siempre de llanero solitario, paga ahora su incapacidad para tejer alianzas internas. Porque no hay razón programática ni estratégica que justifique el acoso. Es cainismo puro y duro. Y los acosadores son segundones que gobiernan en sus comunidades gracias a pactos con aquellos que desprecian como apoyos para Sánchez. O si ha ganado, como Susana Díaz, lo ha hecho perdiendo un tercio de los votos que el PSOE llegó a tener en Andalucía. Y que cuando pudo ser la candidata no quiso o no se atrevió. Lo grave es que en el acoso y derribo a Sánchez acabarán destruyendo el partido. Porque si hay nuevas elecciones, el PSOE puede perder mucho de lo poco que le queda y verse sobrepasado por Podemos.