En la política, como en el amor, es más importante la empatía que la razón. Eso es algo que Rajoy no entiende. Y paga por ello como han pagado ya esos barones que ahora se revuelven contra él, pero que hasta el sábado estaban cómodamente instalados en la atalaya de sus despachos, a la sombra de la doctrina oficial de que la recuperación ya está aquí. Quizás sea así para algunos, pero no para la mayoría. Desde luego, no para esos trece millones de españoles que viven en la pobreza o al borde de la exclusión social. Y son estadísticas oficiales. O ese 26 % de jóvenes que ni estudian ni pueden trabajar. Que están a punto de perder su oportunidad en la vida no porque sean vagos, como alguien nos quiere hacer creer. Es que el 53 % de los repetidores y el 79 % de quienes abandonan son de familias sin recursos. Esas a las que Wert, con su conocida insensibilidad, ha elevado el listón de las becas como si los hijos de los pobres fueran igual que los de los ricos.
Son muchos los ciudadanos que no solo no ven la recuperación, sino que han perdido tanto por el camino que antes de recobrar la esperanza necesitan ajustar cuentas con el pasado. Rajoy ha creído que le bastaba con descargar las culpas sobre el PSOE. Otro error de quien no comprende bien la realidad, porque los españoles hace tiempo que no hacen distingos entre socialistas y populares a la hora de atribuir responsabilidades por la crisis, porque aunque estallara con Zapatero hunde sus raíces en Aznar. Con todo, el pecado más grave de Rajoy ha sido su falta de empatía con el sufrimiento de la gente, que sí, sigue hablando del paro, porque sigue habiendo más de cinco millones de parados. Y no, quienes se quejan, protestan y votan a otros no son revolucionarios que quieren acabar con el sistema. Mal que le pese a Esperanza Aguirre, sin pudor para despreciar a quien no piensa como ella ni para, en un desesperado intento de aferrarse al cargo, pactar con el diablo si fuera necesario. Un empecinamiento en los errores que solo servirá para amplificar en las generales el batacazo del domingo.