Las papeletas del descontento: ¿a quién benefician los votos nulos y en blanco?

César Rodríguez Pérez
C. Rodríguez REDACCIÓN

ELECCIONES 28M

Imagen de un voto nulo en un colegio electoral de Vigo. El ciudadano que lo emitió metió dentro una rodaja de chorizo ibérico
Imagen de un voto nulo en un colegio electoral de Vigo. El ciudadano que lo emitió metió dentro una rodaja de chorizo ibérico XOAN CARLOS GIL

La desafección con el sistema político se canaliza a través de la abstención y de estas dos figuras recogidas por la ley electoral, que tienen diferentes efectos en el escrutinio. ¿Es verdad que refuerzan a los grandes partidos?

26 may 2023 . Actualizado a las 09:44 h.

En España hay tres indicadores que permiten medir la desafección de los ciudadanos con el sistema político. El primero es la abstención, el porcentaje de ciudadanos que no acuden a la cita con las urnas. Los otros dos son el voto nulo y el voto en blanco.

El premio Nobel José Saramago publicó en el año 2004 su libro más político, Ensayo sobre la lucidez, «una fábula, una sátira y una tragedia» en la que planteaba una situación  extremadamente anómala, unas elecciones fantasma, sin ganadores, en un país europeo.

¿Y si el 80 % del electorado de un país votase en blanco? En su obra de ficción, el escritor portugués se inspiró en el crecimiento de las cifras de votos en blanco en España, más de 400.000 en las municipales del 2003, para plantear una situación «de ruptura violenta entre el poder y el pueblo».

En la realidad, los niveles de desafección de la ciudadanía, expresados a través de esta figura o del voto nulo, nunca han llegado a alcanzar porcentajes tan notables como los de la abstención, que en las municipales del 2019 llegó al 32 % del censo.

Ese mismo año circuló un bulo que pedía el voto masivo en blanco para forzar una repetición electoral. Y citaba una supuesta sentencia del Tribunal Constitucional que lo avalaba. No existía. En España no hay ninguna disposición legal en ese sentido. Pero sí existe en Colombia.

El ordenamiento jurídico del país americano tiene un mecanismo para el caso de que se produzcan unas elecciones con mayoría de votos en blanco. Obliga a la repetición electoral con cambio de candidatos. Ese fue el origen de aquella desinformación, difundida en redes sociales. 

Diferencia entre votos en blanco y votos nulos

El artículo 96 de la norma que regula las elecciones en España, la LOREG, define como voto nulo «el emitido en sobre o papeleta diferente del modelo oficial, así como el emitido en papeleta sin sobre o en sobre que contenga más de una papeleta de distinta candidatura». También son nulos los que tengan nombres añadidos, tachones, alteraciones de cualquier tipo y, por supuesto los que contienen billetes o, como ha ocurrido en varios procesos electorales, rodajas de chorizo. Y si se meten dos papeletas iguales, contará como un voto. 

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Los votos nulos no son tenidos en cuenta en el escrutinio a la hora de convertir los sufragios en escaños o, en el caso de las municipales, en concejales. Sí son contados a efectos estadísticos. Y si crece su número, se considera una muestra de desafección con el sistema político o con las candidaturas presentadas. No tienen efectos directos sobre el sistema electoral o la fórmula D'Hondt. 

Los votos nulos no son válidos. No cuentan. La abstención -no acudir a la cita con las urnas- reduce la participación. ¿Y que pasa con los votos en blanco?

Según la misma ley, es «voto en blanco, pero válido, el sobre que no contenga papeleta». A diferencia de los nulos, sí son tenidos en cuenta durante el escrutinio y repercuten en el resultado electoral. ¿Por qué? Al contar como voto válido, endurecen el acceso a la representación. Elevan la barrera legal del 5 % que rige en las municipales. Las candidaturas que no lleguen a ese porcentaje no pueden obtener concejales. Si hay muchos sobres sin papeleta, ese límite es más alto. 

Pongamos un ejemplo. Si en un municipio se han emitido 20.000 votos a partidos, el mínimo para obtener concejal sería 1.000 sufragios, pero si hay además 300 papeletas en blanco, aumenta a 1.030. Esa diferencia puede excluir del reparto de ediles a alguna candidatura. 

¿A quién benefician los votos en blanco? Curiosamente, esta forma de que los votantes expresen que no les gusta ninguna candidatura favorece a los partidos más votados en cada circunscripción, sobre todo si esta es pequeña, si se reparten menos de diez escaños o actas de concejal, como ocurre en todos los municipios de menos de 2.000 habitantes de Galicia.

En estos casos la fórmula D'Hondt -por sí misma proporcional- tiene sesgos mayoritarios, que aumentan en combinación con las barreras legales como la citada del 5 %, también vigente en Galicia en las elecciones autonómicas, pero más baja en las elecciones al Congreso de los Diputados, del 3 %. 

La paradoja de que el voto en blanco acabe beneficiando a los grandes partidos llevó hace años a la formación de una plataforma para pedir una reforma del sistema político. Escaños en blanco, que presenta candidatura en A Coruña en estas municipales, propone que los votos en blanco compitan con los votos a listas normales y, en caso de obtener representación, quede esa acta sin cubrir, «para que su voto no se pierda y sea útil».

¿Cómo ha evolucionado el voto protesta a lo largo de los últimos años? 

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Las primeras elecciones municipales del siglo en Galicia fueron las del 2003, las últimas de Francisco Vázquez como candidato en A Coruña. Lores y Bugallo aspiraban a la reelección en Pontevedra y Santiago. Y Cabezas, ahora de nuevo candidato, afrontaba su último mandato en Ourense. Aquel año había más de 2.500.000 residentes con derecho al voto. 28.696 decidieron hacerlo en blanco, un 1,71% de las papeletas emitidas. 

El porcentaje y el total de votos bajó en las elecciones del 2007, pero aumentó en el 2011, con el estallido de la crisis económica, hasta rozar el umbral de las 40.000 papeletas. el 2,4 % de los votos válidos. En aquellos comicios en A Coruña los sufragios en blanco llegaron al 4,56 %, muy cerca de la barrera legal del 5 %,

Fue el máximo histórico en unas elecciones locales. En el 2015, las encuestas del CIS decían que uno de cada cinco españoles consideraba a los políticos y a los partidos uno de los principales problemas del país, pero los votos en blanco volvieron a niveles precrisis. Y en el 2019 cayeron hasta asemejarse a los del siglo XX: hubo 14.189 sufragios en blanco y el porcentaje no llegó al 1 %. ¿Superarán ese umbral el próximo domingo? Las encuestas que manejan los partidos dicen que sí.

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