Una tienda a la última en la aldea de Piñeiro

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

SILLEDA

Miguel Souto

En esta parroquia de Silleda sobrevive un negocio de ropa y calzado con casi 40 años de actividad

24 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Busquen en el mapa el lugar de Castro Castriño. Una pista, pertenece a la parroquia de Piñeiro, en el municipio dezano de Silleda. En pleno siglo XXI en ese pequeño rincón, donde necesitas un buen GPS o desplazarte con alguien que conozca la zona en el vericueto de pistas estrechas, pervive una tienda de venta de ropa, calzado, paquetería y droguería. Un negocio que se acerca a sus cuatro décadas de historia, conocido entre vecinos y clientes como El Corte Inglés. Ni la competencia de esta gran cadena ni los establecimientos en los cascos urbanos próximos o los centros comerciales, con Santiago a tiro de piedra, pueden con ellos. Tampoco la venta on line desanima a Antonieta González Ouzande, cuarta generación en este sector y que tomaba el relevo de su madre, María del Carmen Ouzande Taboada, que abría Calzados y Confecciones Piñeiro en marzo de 1985.

A sus 71 años, María del Carmen baja solícita de la primera planta de la casa familiar en cuya inmenso bajo se asienta en el negocio. Ya jubilada, recuerda los comienzos en un local mucho más pequeño situado en un inmueble a apenas medio centenar de metros del actual. Por entonces incluso tenían algo de ferretería para atender las necesidades de sus clientes. O moda infantil, que dejaron de vender al abrirse tiendas especializadas en este sector de la población.

Las ventas viajan en las venas de esta saga familiar. Cuando abrió comercio en Piñeiro ya contaba con una dilatada experiencia. En la capital venezolana, en Caracas, sus padres regentaban una zapatería italiana donde estuvo bastantes años, tras emigrar ella con tan solo once. Pero sus abuelos tuvieron antes una tienda de las que en ese país se conocen popularmente como una quincalla, donde comprar productos de todo tipo, a menor escala pero a semejanza de los actuales bazares que jalonan hoy cualquier localidad.

María del Carmen Ouzande viajaba en 1982 de vacaciones a tierras silledenses, para asentarse en Piñeiro dos años después y abrir en pocos meses la tienda de ropa y calzado. Pero compaginaba el mostrador con la venta ambulante. Acudía a mercadillos en varios kilómetros a la redonda, desde Silleda a Vila de Cruces, de A Bandeira a Lalín, Agolada, Lestedo,... Su hijo José Antonio, ya chavalote, la acompañaba para montar y desmontar el tenderete donde exhibía las prendas. Y en el comercio quedaba ya desde la adolescencia Antonieta, su otra hija, quien ahora lleva las riendas del local.

En perfecta sincronía verbal ambas remarcan que durante muchos años el comercio brillaba por su ausencia en Silleda, con poco en Lalín y A Estrada, por lo que aglutinaban muchas ventas de toda la zona. Los hábitos fueron cambiando pero mantienen a compradores «maiores ou de mediana idade, que prefiren a proximidade, o trato directo e familiar», resalta Antonieta. Clientela fiel que se acerca a la oferta de la tienda de Piñeiro desde muchos municipios del norte provincial pero también de Vedra o Boqueixón, por citar algunos ejemplos. El boca a boca actúa como altavoz para que las cuentas sigan cuadrando y el local siga abierto en pleno rural.

Desde un camisón a una bata para estar en casa, desde unos pantalones a un vestido, junto a todo tipo de calzado, cuentan con un hueco en las estanterías de la tienda. Se suman múltiples productos de droguería y perfumería. Cuenta Antonieta que copan más ventas y mercado en la temporada de otoño-invierno si hablamos de moda, al dilatarse cada vez más y recortarse la duración de la primavera y el verano. Peregrinos y turistas realizan también compras en este comercio trasdezano, pero el perfil habitual de cliente es local y familiar, en muchos casos saltando de generación en generación.

Cualquier negocio personal requiere esfuerzo y dedicación. Calzados y Confecciones Piñeiro cumple con esa máxima, sumando el mimo y la atención personalizada. Porque, como asevera Antonieta con una sonrisa mientras su madre asiente con la cabeza, hay mucho de vocacional cuando cada día levanta la reja y se pone detrás del mostrador. El trato con la gente le insufla ánimos para seguir adelante.